Para el verano, para las vacaciones todos hacemos acopio de libros que consideramos interesantes antes de leerlos. Conviene empezar unos párrafos en casa, para no llevarse sorpresas en la nueva residencia temporal.
Todos leemos más cuando tenemos más días libres, luego si trabajáramos menos horas, leeríamos más. Bueno, si, en teoría.
Yo tengo encima de mi mesa tres o cuatro libros para elegir uno para unos pocos días de asueto.
Un libro sobre política, otro con claves para mejorar la manera con que vemos la vida, uno con consejos para escritores y un cuarto recién sumado a la mesa, sobre ciertas épocas de la historia de Aragón.
No se al final qué libro caerá al bolso, pues todos ellos están en la lista de pendientes e incluso de empezados.
Cuando elegimos una lectura de verano, deseamos muchas veces abandonar la rutina y la vida común, no nos gusta que nos martilleen con los mismos temas con los que laboramos. Una novela simpática encaja muy bien. Yo escapo de los libros que se venden nada más entrar en las librerías, me da igual quien los haya escrito, prefiero leerlos cuando se esconden en la estantería. Manías mías.
Es posible que repesque un libro de Simenón, porque estoy en plena construcción de una novela negra y nunca viene mal aprender un poco de los maestros. No es copias, es beber.
Cuando escribo no me gusta mucho leer, creo que para mi son actividades incompatibles. Contra más escribo menos leo, algo que no es recomendable para nadie. Contra más escribo más exigente me vuelvo con las lecturas ajenas, más valoro las buenas lecturas, más exigente me vuelvo con mis relatos, más deseo aprender y practicar, incluso jugar con mi literatura.
Aprendí a jugar con la pintura, no pasé de ello, simplemente me divertía pintando a mi manera, creando ideas nuevas. Me encantaría poder mover las palabras para formas paisajes surrealistas, saber jugar con las ideas literarias para inventar personajes irreales pero no fastasiosos.
Creo que es cuestión de intentarlo.
Todos leemos más cuando tenemos más días libres, luego si trabajáramos menos horas, leeríamos más. Bueno, si, en teoría.
Yo tengo encima de mi mesa tres o cuatro libros para elegir uno para unos pocos días de asueto.
Un libro sobre política, otro con claves para mejorar la manera con que vemos la vida, uno con consejos para escritores y un cuarto recién sumado a la mesa, sobre ciertas épocas de la historia de Aragón.
No se al final qué libro caerá al bolso, pues todos ellos están en la lista de pendientes e incluso de empezados.
Cuando elegimos una lectura de verano, deseamos muchas veces abandonar la rutina y la vida común, no nos gusta que nos martilleen con los mismos temas con los que laboramos. Una novela simpática encaja muy bien. Yo escapo de los libros que se venden nada más entrar en las librerías, me da igual quien los haya escrito, prefiero leerlos cuando se esconden en la estantería. Manías mías.
Es posible que repesque un libro de Simenón, porque estoy en plena construcción de una novela negra y nunca viene mal aprender un poco de los maestros. No es copias, es beber.
Cuando escribo no me gusta mucho leer, creo que para mi son actividades incompatibles. Contra más escribo menos leo, algo que no es recomendable para nadie. Contra más escribo más exigente me vuelvo con las lecturas ajenas, más valoro las buenas lecturas, más exigente me vuelvo con mis relatos, más deseo aprender y practicar, incluso jugar con mi literatura.
Aprendí a jugar con la pintura, no pasé de ello, simplemente me divertía pintando a mi manera, creando ideas nuevas. Me encantaría poder mover las palabras para formas paisajes surrealistas, saber jugar con las ideas literarias para inventar personajes irreales pero no fastasiosos.
Creo que es cuestión de intentarlo.