Datos publicados en el otoño de 2008 indicaban que el 15,5% de los españoles tomaban tranquilizantes o antidepresivos en el curso de un año, cifra más de un 3% superior al de la media de los países de Europa. Estas cifras se mantienen en el 2018, indicando además que casi es el doble de mujeres que hombres los que toman tranquilizantes y más del doble en el caso de antidepresivos o estimulantes. Y menos de la mitad de estas personas han acudido a una consulta de psicología o psiquiatría.
En España no existe un red de psicólogos sociales suficientes a través de la Seguridad Social, y poder acudir a un psicólogo es labor muy compleja, también en la medicina privada pues en España no hay costumbre de acudir a estos profesionales como en otros países, ni existe la creencia de que sus consejos sirvan realmente para cambiar la forma de ver la vida.
Los españoles acudimos a la psicología o psiquiatría tarde y mal, lo que hace que cuando recurrimos a ella los problemas ya estén muy asentados y sean enfermedades y no dolencias, que requieran un tratamiento más serio.
Como además no hay una red suficiente de profesionales, se recurre en muchas ocasiones a la química como herramienta más rápida, controlada por el médico de familia y no por el psiquiatra.
No es que en España seamos más torpes para resolver nuestros problemas mentales, sino que el sistema de resolución de problemas es absurdo por llegar tarde a los problemas.
Recurrimos con demasiada facilidad a la pastilla, y somos en muchas ocasiones incapaces de plantearnos la vida de otra manera y analizar si no es mejor cambiar algunos aspectos de la misma.
En España no existe un red de psicólogos sociales suficientes a través de la Seguridad Social, y poder acudir a un psicólogo es labor muy compleja, también en la medicina privada pues en España no hay costumbre de acudir a estos profesionales como en otros países, ni existe la creencia de que sus consejos sirvan realmente para cambiar la forma de ver la vida.
Los españoles acudimos a la psicología o psiquiatría tarde y mal, lo que hace que cuando recurrimos a ella los problemas ya estén muy asentados y sean enfermedades y no dolencias, que requieran un tratamiento más serio.
Como además no hay una red suficiente de profesionales, se recurre en muchas ocasiones a la química como herramienta más rápida, controlada por el médico de familia y no por el psiquiatra.
No es que en España seamos más torpes para resolver nuestros problemas mentales, sino que el sistema de resolución de problemas es absurdo por llegar tarde a los problemas.
Recurrimos con demasiada facilidad a la pastilla, y somos en muchas ocasiones incapaces de plantearnos la vida de otra manera y analizar si no es mejor cambiar algunos aspectos de la misma.