Los prosumidores en el mundo somos mayoría. Tal vez haya leído alguna vez esta palabra bastante nueva y no sepas de qué va, no te preocupes, tu también eres prosumidor.
Un prosumidor es un PROductor que a la vez es conSUMIDOR de tu propio producto.
Cuando haces una rica paella para tu consumo en casa, cuando le cortas el pelo a tu hijo, cuando invitas a cenar en tu hogar a unos amigos, cuando le aconsejas a un pariente sobre una inversión o un despido estás trabajando de PROSUMIDOR.
Produces un bien y a la vez lo consumes o lo regalas.
Ahora yo estoy ejerciendo de PROSUMIDOR porque estoy escribiendo mis ideas y regalándolas a mis lectores, produciendo algo que no mueve dinero, monedas.
El mundo es cada vez más proconsumidor, en la medida en que la sabiduría, la formación es más amplia y está más repartida.
Hoy sin el prosumismo, no podríamos vivir igual. Son centenares las personas en su barrios que trabajan en ONG o asociaciones sin ánimo de lucro, las que simplemente y aunque digamos lo contrario, hacemos actividades prosumistas.
Cuando atendemos a los ancianos de la familia, cuando cuidamos a los nietos, cuando reciclamos las basuras domésticas, cuando le hacemos la declaración de hacienda a un amigo, cuando le ayudamos a resolver el problema de su ordenador, cuando nos ayudan a pintar el salón o a montar un mueble de IKEA, cuando nos informan de un libro interesante, cuando nos prestan un disco, cuando les traducimos un texto inglés.
Todos los días hacemos prosumismo. Todos nosotros. Efectivamente, esto es tan viejo como la vida misma, es ayudarse, apoyarse los unos en los otros, pero con el nombre nuevo queda muy guapo. Al complejarse la economía, algunas decisiones sencilla también se vuelven complejas y afectan a muchos.
Sin esta nueva economía no sería igual el mundo occidental.
Y si, efectivamente, incluso esta economía que no emplea moneda es compleja de poner en marcha en países del Tercer Mundo, porque para ello sí que se necesita dinero.
En estos pueblos lo que funciona es el intercambio de labores, que es —como decíamos— prosumismo también. Bancos de tiempo en donde yo te corto el pelo y tu me arreglas una ropa. Bancos de tiempo en donde yo cuido a tus hijos y tu trabajas en el campo y me das alimentos para sobrevivir.
Cada día la economía es más compleja, y contra ella surge el prosumismo, los prosumidores, ofreciendo soluciones.
Si su familiar necesita 1.000 euros para un aval, no lo dude, si el banco se lo niega usted puede ocupar el puesto de la entidad bancaria ante ese familiar. ¿Quien le niega hacer un préstamo a un amigo si confía en él, si sabe poner mecanismos de recuperación, que siempre serán menos duros que los que pongan los bancos?
¿Ha pensado en llevar en su coche a compañeros de trabajo que le pillan de paso? ¿y aprender a cocinar platos internacionales para sorprender a sus amigos? ¿y enseñar idiomas a sus vecinos o a sus hijos a cambio de que ellos se lleven a sus hijos a hacer deporte?
Piense usted mismo las necesidades. Todo es posible en el mundo de los prosumidores.
Un prosumidor es un PROductor que a la vez es conSUMIDOR de tu propio producto.
Cuando haces una rica paella para tu consumo en casa, cuando le cortas el pelo a tu hijo, cuando invitas a cenar en tu hogar a unos amigos, cuando le aconsejas a un pariente sobre una inversión o un despido estás trabajando de PROSUMIDOR.
Produces un bien y a la vez lo consumes o lo regalas.
Ahora yo estoy ejerciendo de PROSUMIDOR porque estoy escribiendo mis ideas y regalándolas a mis lectores, produciendo algo que no mueve dinero, monedas.
El mundo es cada vez más proconsumidor, en la medida en que la sabiduría, la formación es más amplia y está más repartida.
Hoy sin el prosumismo, no podríamos vivir igual. Son centenares las personas en su barrios que trabajan en ONG o asociaciones sin ánimo de lucro, las que simplemente y aunque digamos lo contrario, hacemos actividades prosumistas.
Cuando atendemos a los ancianos de la familia, cuando cuidamos a los nietos, cuando reciclamos las basuras domésticas, cuando le hacemos la declaración de hacienda a un amigo, cuando le ayudamos a resolver el problema de su ordenador, cuando nos ayudan a pintar el salón o a montar un mueble de IKEA, cuando nos informan de un libro interesante, cuando nos prestan un disco, cuando les traducimos un texto inglés.
Todos los días hacemos prosumismo. Todos nosotros. Efectivamente, esto es tan viejo como la vida misma, es ayudarse, apoyarse los unos en los otros, pero con el nombre nuevo queda muy guapo. Al complejarse la economía, algunas decisiones sencilla también se vuelven complejas y afectan a muchos.
Sin esta nueva economía no sería igual el mundo occidental.
Y si, efectivamente, incluso esta economía que no emplea moneda es compleja de poner en marcha en países del Tercer Mundo, porque para ello sí que se necesita dinero.
En estos pueblos lo que funciona es el intercambio de labores, que es —como decíamos— prosumismo también. Bancos de tiempo en donde yo te corto el pelo y tu me arreglas una ropa. Bancos de tiempo en donde yo cuido a tus hijos y tu trabajas en el campo y me das alimentos para sobrevivir.
Cada día la economía es más compleja, y contra ella surge el prosumismo, los prosumidores, ofreciendo soluciones.
Si su familiar necesita 1.000 euros para un aval, no lo dude, si el banco se lo niega usted puede ocupar el puesto de la entidad bancaria ante ese familiar. ¿Quien le niega hacer un préstamo a un amigo si confía en él, si sabe poner mecanismos de recuperación, que siempre serán menos duros que los que pongan los bancos?
¿Ha pensado en llevar en su coche a compañeros de trabajo que le pillan de paso? ¿y aprender a cocinar platos internacionales para sorprender a sus amigos? ¿y enseñar idiomas a sus vecinos o a sus hijos a cambio de que ellos se lleven a sus hijos a hacer deporte?
Piense usted mismo las necesidades. Todo es posible en el mundo de los prosumidores.