Si tenemos depresión, debemos asumirlo y decirlo con clama pero con tranquilidad. La depresión es una enfermedad más. Simplemente una enfermedad. Y al igual que contamos a los amigos y familiares que tenemos gripe o una pierna rota, debemos decirles que tenemos depresión.
Estar diagnosticados de depresión no es sentirse un vago, si no se puede trabajar, no se debe sentirse un inútil, simplemente un enfermo que en ese momento no puede trabajar con normalidad.
Es habitual que la sociedad confunda al enfermo de depresión con un quejitas, con un vago, con una persona que finge, que se inventa síntomas para algo en concreto. Nadie de ellos han tenido nunca una depresión de verdad.
Por eso no nos deban importar esas personas que nos miran por encima del hombro, cada día más, se asume que la depresión es una enfermedad que se trata con medicamentos, que se diagnostica como una disfunción química del cerebro, por muy diversos motivos y que se puede curar.
La mejor manera de que se respete al depresivo es dar a conocer el problema con naturalidad e informar de la marcha de la enfermedad. Nadie es depresivo porque quiere.
Y por cierto, los psiquiatras, que son quienes tratan la depresión, ya saben diferenciar a quien engaña de quien sufre la enfermedad con dolor.
La maraña de hojas del pino, no dejan ver la luz ni en invierno. A nadie sorprende ver que hay árboles, a los que no se les caen los problemas al suelo.
Estar diagnosticados de depresión no es sentirse un vago, si no se puede trabajar, no se debe sentirse un inútil, simplemente un enfermo que en ese momento no puede trabajar con normalidad.
Es habitual que la sociedad confunda al enfermo de depresión con un quejitas, con un vago, con una persona que finge, que se inventa síntomas para algo en concreto. Nadie de ellos han tenido nunca una depresión de verdad.
Por eso no nos deban importar esas personas que nos miran por encima del hombro, cada día más, se asume que la depresión es una enfermedad que se trata con medicamentos, que se diagnostica como una disfunción química del cerebro, por muy diversos motivos y que se puede curar.
La mejor manera de que se respete al depresivo es dar a conocer el problema con naturalidad e informar de la marcha de la enfermedad. Nadie es depresivo porque quiere.
Y por cierto, los psiquiatras, que son quienes tratan la depresión, ya saben diferenciar a quien engaña de quien sufre la enfermedad con dolor.
La maraña de hojas del pino, no dejan ver la luz ni en invierno. A nadie sorprende ver que hay árboles, a los que no se les caen los problemas al suelo.