La honradez en los políticos es un elemento imprescindible para que todos resulten creibles ante la sociedad, y por desgracia son cada vez más, los cargos públicos que toman a la sociedad por tonta y cometen fechorías.
Que la derecha robe está muy mal.
Que lo haga la izquierda es vergonzante por la propia ideología que en teoría hay detrás de estos indivíduos. La gente que creemos ser de izquierdas deberíamos tener un concepto de lo público muy distinto al de la media de los ciudadanos y dar un ejemplo perfectamente limpio de la gestión pública.
Tras cada delito de corrupción quedan manchados centenares de políticos honrados. Por eso la lucha contra estos desmanes no debe tener tregua y somos los propios políticos los más interesados en acabar con ellos.