Una buena forma de escribir un relato es partiendo de un final. No quiero decir que el relato empiece con una escena final del mismo, sino que lo primero que sabemos de la historia, nosotros, los que vamos a escribirla, es el final de la misma y a través de este dato, vamos construyendo la historia, dándole cuerpo.
Imaginamos que deseamos contar una historia de una ruptura amorosa. Tenemos el final. Podemos contarla de muy diversas formas, lineal o no, literal o fantástica, desde varios puntos de vista, narrada en primera persona o en tercera. Todo lo que sucede antes de esa ruptura es algo todavía desconocido.
Los finales posibles no son tantos, pero la forma de llegar hasta él, si son muchos más. Una ruptura sentimental la hemos podido contemplar en centenares de relatos o películas. Y la trama es en casi todas ellas distinta.
Tener un final es una forma de romper ese miedo que todos tenemos ante la página en blanco. Una manera de poseer el menos un destino hacia el que acercarnos poco a poco.