En el peor año de la crisis económica, los márgenes de empresas y profesionales autónomos bajaron un 1% respecto al valor de 2008, mientras que la remuneración de los asalariados perdió el triple, un 3%. Y la recaudación de impuestos excava aún más en el hoyo: si en 2008 se anotó un recorte del 14,6%, el año pasado rondó el 18%.
El súbito desplome de los ingresos tributarios ha trastocado las proporciones en la tarta de la riqueza nacional, cuando los cambios en el reparto del PIB suelen ser muy suaves. De 2007 a 2009, la recaudación de impuestos pasa de explicar el 10,4% del PIB a quedarse en el 7,3%. En sólo dos años, ha desandado todo lo recuperado desde la última gran crisis fiscal (y económica), la de 1993. La tarta encoge, pero la remuneración de los asalariados y las rentas empresariales aumentan su porción a costa de los impuestos. Aunque de forma desigual: las rentas del trabajo pasan del 47,6% al 48,6% y los márgenes de sociedades mercantiles y profesionales autónomos del 42% al 44,1%. En el caso de los excedentes empresariales, es el mayor mordisco a la riqueza nacional desde que se inició la serie estadística, en 1980.
Al efecto composición se atribuye otra de las paradojas de un año plagado de rarezas: el descenso en el número de asalariados (hay un millón de puestos de trabajo menos que en 2008) supera el 6%, el doble que la bajada sufrida en la remuneración global de los trabajadores.
¿Cómo es posible?
La clave está en que la mayoría de los empleos eran temporales, los peor retribuidos. Al desaparecer los puestos de trabajo peor pagados, el salario medio crece y palía en parte el efecto del aumento del paro en el cómputo global de las rentas salariales.