Nunca le gustó encerrarse a escribir. Disfrutaba mucho más tramando las historias que dándoles forma literaria. Pero tampoco despachaba el andamiaje de sus libros con el único soporte de su proverbial memoria, como suponían los más suspicaces ante lo prolífico de su producción. En realidad, la autora de Diez negritos y Asesinato en el Orient Express anotaba constantemente sus ideas sobre argumentos, personajes o localizaciones, reciclaba las tramas y les daba mil y una vueltas, en unos cuadernos que siempre llevaba encima. El reciente rescate de esa colección de entre el legado de archivos de Christie nos abre una ventana al proceso creativo, caótico y fascinante, de la novelista más publicada de todos los tiempos, además de sacar a la luz dos relatos cortos que permanecían inéditos.
El contenido de esas 73 libretas de tapas rojas, azules, verdes o negras, similares a las que utilizaban los escolares de la época, "representan su mundo interior en papel", subraya el irlandés John Curran, responsable de escrutarlas e interpretarlas en el libro Agatha Christie. Los cuadernos secretos, que acaba de publicarse en España. Fueron descubiertos hace un lustro, a raíz de las obras de remodelación de su mansión veraniega de Greenway, un paraje campestre de Dover. Pero sólo la paciente inmersión de Curran en 7.000 páginas de notas escritas con una caligrafía endiablada logra exponer ahora la materia prima que nutrió ocho decenas de novelas detectivescas y piezas teatrales como Testigo de cargo o La ratonera. Desde el esbozo esquemático de "ideas elementales y aprovechables" hasta ilustraciones sobre los posibles escenarios del crimen, pasando por los argumentos alternativos que se planteó y las escenas que suprimió. En la génesis de Muerte en el Nilo, por ejemplo, era la señorita Marple quien se disponía a viajar a Egipto, aunque finalmente le sustituyó Poirot protagonizando uno de sus casos más famosos.
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El misterio de Agatha Christie, en 73 libretas · ELPAÍS.com