La inmigración ha iniciado en España un éxodo progresivo desde las metrópolis hacia municipios más pequeños como lugar de residencia. La población extranjera en localidades de menos de 50.000 habitantes ha superado ya a la que suman las grandes ciudades de más de 100.000, según el último padrón del Instituto Nacional de Estadística (con datos de enero de 2009).
En los municipios de menos de 50.000 habitantes viven hoy 2.415.908 inmigrantes, el 42,77% del total nacional (hace cinco años eran 1.243.318, un 40,98%). Mientras que en las urbes de más de 100.000 habitantes se concentran 2.414.668 extranjeros, un 42,75% (en 2004 eran 1.364.018, el 44,95%).
Los principales motivos de esta progresiva mudanza son, según los expertos, el pinchazo del sector de la construcción que ha empujado al paro a decenas de miles de extranjeros que vivían en las ciudades y la diferencia del precio de la vivienda entre los grandes y los pequeños municipios.
Los ejemplos más evidentes del cambio de preferencia son Madrid y Barcelona. Estas dos ciudades, que acapararon el desembarco de la inmigración a comienzos de la década pasada, aún acumulaban en 2004 el 19% del total de la población foránea en el país. Cinco años después eran el 15%, coincidiendo con el crecimiento del porcentaje de extranjeros en entornos rurales y ciudades dormitorio.
El Ayuntamiento de Barcelona calcula que el próximo padrón, con datos del 1 de enero de 2010, recogerá el primer descenso de la población foránea empadronada en la ciudad: unos 8.500 extranjeros menos que el año anterior.
Además de la crisis de trabajo en la construcción y el precio de la vivienda, el consistorio catalán añade otro factor para justificar el descenso del número de inmigrantes: la colaboración con los países de origen y de paso de la inmigración, que ha frenado la entrada de personas sin permiso de residencia en España.
Entre 2000 y 2006, el incremento de residentes de origen extranjero en Barcelona fue de 219.115, frente a los 26.398 del periodo 2006-2010, según las estadísticas municipales.
El aumento del paro en los dos últimos años también ha contribuido a ralentizar la llegada de extranjeros a Madrid. En la capital, el sector con más desempleados extranjeros es la construcción (33.929), seguido de servicios auxiliares a empresas (13.535), hostelería (9.154) y comercio (8.904).
Desde 2007, en la Comunidad de Madrid "el paro de la población extranjera ha aumentado 14 puntos [pasó del 8% al 22%, según la Encuesta de Población Activa del IV trimestre de 2009], frente a los 8 del total de la ciudadanía [del 6% al 14%]", apunta la responsable de Política Social de CCOO en Madrid, Ana González.
Más paro masculino
Por sexos, el paro afecta mucho más a los inmigrantes hombres (27%) que a las mujeres (16%), porque los sectores en los que trabajan ellos han sufrido un recorte mayor.
La sindicalista asegura que el giro de la inmigración hacia pequeños municipios está permitiendo "una mejora de su economía y de sus redes sociales". "Las ciudades son muy agresivas y hacen a los pobres mucho más pobres", opina.
En cualquier caso, no todos los grupos de extranjeros están abandonando las capitales por igual: "El cambio de residencia se produce especialmente entre los que llevan años viviendo en España", explica Cristina López, profesora de Sociología de la Universitat de Barcelona. Según la experta, los extranjeros simplemente han entrado en el mismo flujo que hace diez años protagonizaban los nacidos en España con su marcha hacia las ciudades dormitorio.
En el campo, "la mayoría de los inmigrantes llegaron a los municipios para cubrir los puestos de trabajo que quedaban vacantes porque los españoles no los querían", explica García. "Hasta entonces, el pastoreo, la ganadería y la agricultura iban de capa caída", recuerda.
Aunque fuera de las metrópolis el coste de vida es inferior, Benjamín García, profesor de Ecología Humana y Población de la Universidad Complutense de Madrid, advierte de que los inmigrantes se enfrentan a nuevos problemas en sus nuevos destinos.
El catedrático pone el foco en la integración: "En una ciudad, el foráneo pasa más desa-percibido, pero en los pueblos tienen menos libertad para desarrollar su cultura y valores. Un español que haya nacido fuera del pueblo suele verse ya como el de fuera". Cuando la persona que llega habla otro idioma y tiene otra religión y cultura, "la dificultad es aún mayor y tiene que renunciar a parte de su cultura para integrarse", añade.
Enfrentamientos localizados
Desde que se desató el primer gran suceso racista en España hace diez años, en El Ejido (Almería), las polémicas y enfrentamientos entre vecinos e inmigrantes se han registrado en su mayoría en municipios pequeños y medianos. Este año, los dos sucesos más destacados han sido en Salt y Vic, ambos en Catalunya.
En Salt, los vecinos irrumpieron en el pleno del Ayuntamiento con pancartas reclamando más seguridad. En las calles, los episodios xenófobos se sucedieron durante una semana. En Vic, los problemas no los causó la ciudadanía sino la clase política. El consistorio negó el padrón a los inmigrantes sin papeles, hasta que el Gobierno central recordó que la práctica era ilegal y le instó a dar marcha atrás y registrarlos. No empadronarlos no sólo imposibilita su censo, sino que los deja fuera del sistema sanitario y educativo; ahonda más en su exclusión.