Os dejo un artículo extenso sobre el futuro de Aragón, escrito por Alejandro E. Orús y publicado en Heraldo de Aragón
Cómo se dibuja el futuro? ¿Es posible proyectar la realidad de hoy hacia 2025 sin caer en la pura fantasía? Una realidad relativamente pequeña como Aragón, que nace de una rica historia llena de páginas brillantes, puede correr el riesgo de agotarse en la vindicación permanente de un pasado cuya explicación es tergiversada a menudo. El caso más claro son las polémicas, algunas muy recientes, con sectores de Cataluña que han conseguido imponer su versión del pasado en destacados ámbitos estatales.
No cabe duda de que, como contrapunto a ese conflicto, la defensa activa de nuestra historia sirve como eficaz aglutinador de los aragoneses. Un efecto a todas luces positivo que debería extenderse también, con la misma fuerza, hacia nuestro futuro. Los consensos, los pactos tan arraigados en nuestra tradición, no son una característica casual de lo aragonés sino una respuesta a una cuestión práctica vinculada con nuestro tamaño. Somos pocos, hemos sido pocos y lo seguiremos siendo en relación con otras entidades políticas que nos rodean. Para mantener algún poder en ese escenario hace falta mucho más que en otros lugares, el acuerdo interno, el esfuerzo por unir voluntades.
Así que puede decirse que mirar al Aragón de 2025 es también un ejercicio de responsabilidad frente a la incertidumbre, porque para crear consensos es necesario concretar antes líneas de actuación, dibujar un futuro en el que poder encontrarnos como aragoneses.
El punto de partida para iniciar el viaje a 2025 es el de la población, una clave recurrente que mantiene toda su significación. El catedrático de Literatura José-Carlos Mainer considera que "ese es un dato poco dado a la variación". "Nuestro peso va a ser similar al actual", añade el catedrático de Historia Económica Vicente Pinilla, que resalta precisamente el valor del consenso en esas condiciones.
Las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) no apuntan apenas cambios. La población tiende a estabilizarse. En los próximos diez años, la Comunidad puede crecer alrededor de 45.000 habitantes, hasta 1,369 millones de habitantes. Aunque no hay más datos por comunidades autónomas, según los cálculos del INE, en 2025 España tendrá 47,3 millones de habitantes. Incluso en 2049, el último año sobre el que se proyectan datos, el censo se situaría ligeramente por debajo de los 48 millones. José Ibáñez Almajano, coordinador general de Ebrópolis, destaca que el crecimiento natural será negativo a partir de 2020. El 30% de la población total española en 2049 tendrá más de 64 años. En Aragón ese porcentaje será aún mayor, sobre todo en el medio rural. Ibáñez califica esos datos de "francamente preocupantes". Por tanto, la inmigración es un activo necesario para el desarrollo. La estructura demográfica de la Comunidad, un sistema policéntrico de ciudades intermedias, interconectadas y complementarias, hace que "necesitemos una población mucho mayor".
El problema es gestionar nuestro envejecimiento. En ese sentido, el coordinador general de Ebrópolis considera que vamos hacia un modelo que ya funciona en las urbes japonesas, contando con el desarrollo tecnológico, amplios servicios comunitarios precisos en la vida cotidiana y la generación de puestos de trabajo en entornos próximos a las viviendas de las personas mayores. La familia, en todas sus formas, seguirá teniendo un papel importante en toda esa estructura. Social y culturalmente, Zaragoza y el resto de ciudades aragonesas mantendrán, no obstante, el modelo de las ciudades europeas mediterráneas, con altos índices de calidad de vida.
El sociólogo David Baringo cree que se va a consolidar una relación más natural entre Zaragoza y Aragón, en contra de las tesis de los años setenta que acuñaron aquella frase de "Zaragoza contra Aragón", título de una obra del sociólogo Mario Gaviria. "Todas las comunidades necesitan una ciudad potente como Zaragoza", que tiene que ser "punta de lanza de Aragón", destaca Baringo. La globalización necesita de ciudades potentes.
Un presidente hijo de inmigrantes
Uno de los grandes retos seguirá siendo el de la integración de los inmigrantes. Es una tendencia clara, aunque a largo plazo. Pese a las transformaciones, es muy improbable que en 2025 el presidente de Aragón sea de raza negra, al estilo de Barack Obama. Ni siquiera será fácil que, en ese plazo de 15 años, lo sea un descendiente de latinoamericanos, que son los que con mayor facilidad se han integrado hasta ahora. Pero nadie duda de que los descendientes de inmigrantes se irán incorporando a puestos de mayor responsabilidad. El proceso será similar al del creciente papel de la mujer en la sociedad y todo indica que será una mujer quien presida la Comunidad a partir de las elecciones del año que viene.
La profesora María Carmen Faus, del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza, aporta el dato de que según las investigaciones en otros países europeos, la actitud de los inmigrantes con respecto a la natalidad no se mantiene y "por lo tanto su contribución al crecimiento de la población es limitada". Aragón, en 2025, será una comunidad más multicultural que lo que es hoy.
Faus considera que los flujos migratorios son algo así como una prueba de fuego del sistema socioeconómico, ya que "revelan la eficacia de su funcionamiento y su grado de equilibrio". Baringo enfatiza que no todos los colectivos de inmigrantes se comportan igual. Los gitanos rumanos y los magrebíes parecen tener poco interés en integrarse y se puede llegar a problemas graves como ha ocurrido en países como Francia y Holanda. En este mismo momento, tenemos el problema del velo en las escuelas en los medios de comunicación. Todo este asunto seguirá sujeto a conflictos y debates en 2025 y cada vez exigirá de palabras más claras y compromisos bien definidos. "La cuestión irá haciéndose más complicada", pronostica Vicente Pinilla.
Tampoco el transcurso de estos próximos 15 años parece que vaya a acabar con los conflictos interautonómicos. Si el sistema no se modifica, y si lo hace lo será por la presión de otras comunidades, la cuestión se mantendrá de forma parecida. Siempre cabe, eso sí, hacer una lectura positiva. El catedrático de Química Inorgánica Luis Oro opina que las tensiones políticas pueden ser un valor de enriquecimiento democrático, algo que, por otro lado, se encuentra en la misma esencia del modelo territorial establecido en la Constitución. Una fórmula, la de la tensión como vínculo vivo de cohesión, que hasta ahora ha funcionado a pesar de los problemas y los riesgos.
De nuevo aquí aparecen en el horizonte los recursos hídricos y la financiación. José Luis Marqués, presidente del Consejo Social de la Universidad de Zaragoza, señala que el papel de Aragón en España está muy vinculado a su posición geográfica, y a su carácter amortiguador respecto a Cataluña y País Vasco. José-Carlos Mainer dice que "la imaginación de muchos sigue planteando el tema hidráulico en los mismos términos que en los primeros 40 años del siglo pasado: grandes regadíos, tierras abrasadas de sed, defensa numantina de la cuenca...". Los problemas actuales, y más dentro de 15 años, tienen más que ver con la optimización de suministros, la modernización de la agricultura y la protección medioambiental.
Una de las claves en la mirada hacia el futuro de Aragón es que se escribe con mayúsculas, con proyectos que tienen nombre y hasta apellidos: Juegos Olímpicos, Expo Floralia, Motorland, Capitalidad Cultural, Gran Scala... En ellos se deposita una buena parte de las esperanzas que llevan a la Comunidad hasta 2025. En general, se trata de megaproyectos bien acogidos si sirven como escaparate de Aragón en el mundo. Como dice David Baringo, se trata de "herramientas para vender".
Para Mainer, "nuestra mentalidad quejumbrosa y utópica necesita milagros" y uno, según señala, fue la Expo de 2008, que parece haberse convertido en un estandarte general en la configuración de una cierta idea de futuro. En ese sentido, parece que la Expo sí ha servido como revulsivo de una forma de ser. Desde Ebrópolis, José Ibáñez dice que lo importante es que se trata de "proyectos de todos, en los que la participación, el consenso y la corresponsabilidad son elementos esenciales". Hay otros proyectos punteros y en plena actividad como Plaza, Walqa o Dinópolis que pueden servir para ese dibujo del Aragón de 2025. Respecto a los Juegos Olímpicos de Invierno, Mainer considera que España nunca los celebrará por razones de climatología y falta de tradición. El catedrático Vicente Pinilla cree en cualquier caso que el efecto de esos Juegos a través de la candidatura Zaragoza-Pirineos 2022 sería "limitado" y reclama por ello "políticas más sostenidas".
José Luis Marqués, apunta que estos megaproyectos pueden ser un "espaldarazo" aunque también defiende el futuro del día a día. Marqués reconoce, no obstante, que hay proyectos como Motorland que aunque acogió con desconfianza, está cobrando solidez y que, a pesar de la cantidad de circuitos en el actual calendario internacional, podría tener viabilidad en función de la gestión que se haga en adelante. En ese sentido, se destaca el parque tecnológico y de investigación que está previsto desarrollar al amparo de la instalación de Alcañiz. Ana Gómez Loscos, jefa de Estudios Económicos de Fundación Economía Aragonesa (Fundear), elogia Motorland porque puede dinamizar otras zonas distintas al entorno de Zaragoza.
La nota más discordante en este conjunto de grandes nombres es la de Gran Scala, un complejo ubicado en los Monegros que se basa de un modelo de casinos y juegos que no parece convencer a nadie, especialmente por el ritmo del proyecto y por la mala situación financiera internacional. "No hay nada sólido detrás", sostiene Vicente Pinilla, mientras que David Baringo cree que se trata de una inversión "muy arriesgada".
Indudablemente, la experiencia acumulada condiciona la visión del futuro en cuestiones tan intensamente reivindicadas en Aragón como las comunicaciones transfronterizas, que es otra de las líneas maestras de ese dibujo, siempre inacabado, de nuestro futuro colectivo. Ana Gómez considera que el principal temor para ese 2025 es precisamente que la Comunidad no haya desarrollado esas vías de comunicación porque eso afectará a la economía en general, algo que equipara a la posibilidad de que no se sea capaz de asentar población. Para el catedrático Luis Oro la de las comunicaciones y la facilidad de transporte son una de las claves del futuro junto a la apuesta por la sociedad del conocimiento.
José Ibáñez va un poco más allá y apunta que este es un asunto que "seguramente causa malestar en nuestros vecinos, que ven con preocupación el crecimiento aragonés y la competencia real que supone la mejora de las comunicaciones". Vicente Pinilla insiste en el aprovechamiento de la situación de Aragón y por tanto en la necesidad de esas infraestructuras.
Capacidad de atracción
Hay un término que se repite en el análisis del futuro aragonés y es de la capacidad de atracción, algo que también se refiere en el fondo a la competitividad, a la carrera de ciudades y territorios por venderse en un mundo cada vez más complejo. La economista Ana Gómez asegura que Aragón cuenta con un grado de apertura hacia el exterior muy superior a otras comunidades y David Baringo apunta entre los deberes de la Comunidad ante los retos de ese futuro, los de atraer y retener el talento. Porque hay que decir que otro punto fuerte de Aragón es la mano de obra cualificada. Y la necesidad de mantener y potenciar la calidad de la Universidad es un punto insoslayable en este aspecto, aunque Pinilla recuerda que no hay ninguna universidad española entre las cien primeras del mundo. Luis Oro también destaca la necesidad de introducir una mayor competitividad en la Universidad.
Innovación, logística, sociedad del conocimiento, 'know how' (saber cómo)... son letreros inevitables en el camino de Aragón hacia 2025, términos que ya se encuentran en nuestro presente. Y todo ello con una riqueza característica, la del espacio, algo que abunda en un Aragón semidespoblado.
Una de las preguntas inevitables en esta mirada hacia el futuro es la de si permanecerá en la Comunidad GM, la gran vaca sagrada de la economía aragonesa, dentro de 15 años. Aunque hay quien se pronuncia claramente por el 'no', José Luis Marqués, que además de presidente del Consejo Social de la Universidad ha sido alto directivo de la compañía, considera que se trata de una cuestión de capacidad de adaptación. Tras la crisis del sector, el automóvil será distinto -apunta Marqués- pero se seguirá produciendo por algo tan psicológico como la necesidad individual de libertad de desplazamiento. El desarrollo del automóvil eléctrico es una de las opciones más claras. Vicente Pinilla también considera que GM continuará en Figueruelas dentro de 15 años porque "la desinversión es costosa", aunque parece difícil que siga mucho más allá, en el horizonte de 2050.
En cualquier caso, hay que buscar y profundizar en alternativas sólidas. Luis Oro señala que dos de los problemas más importantes en el mundo actual son la energía y el agua, y Aragón produce casi el doble de la energía que consume (alrededor del 70% es renovable) y dispone de agua en buena parte de su territorio. No son malas bases para establecer un punto de partida hacia el futuro. O, al menos, para hacerlo con el suficiente optimismo para conseguir los consensos que nos rediman de nuestra discreta dimensión.