Uno de los grandes males de la Argentina de las últims décadas es la tremenda inflacción desbocada. De nada sirve el ahorro en pesos, todo el mundo intenta jugar con dos monedas, el peso para el día a dçia y el dólar para los ahorros, las inversiones, los negocios e incluso en algunos casos para aprte del sueldo. La inflacción es mala, pero si además se cocinan sus datos para restar poder adquisitivo, es fatal para la marcha del país en paz.
Los líderes sindicales de Argentina han pedido que aumenten los sueldos en una proporción no vista en 15 años para compensar la salvaje escalada de la inflación, cuyo nivel real es más del triple que el 10,7% que marca la tasa oficial.
El mes pasado, los segadores de caña de azúcar vieron como sus salarios se incrementaron de golpe un 43% de media, los de los camareros un 35% y los de los porteros y conserjes un 28%.
Cada vez hay más trabajadores luchando para tratar de ajustar sus ingresos al repunte del coste de la vida. Por ejemplo, Osvaldo Iadarola, líder sindical que representa a unos 20.000 trabajadores del sector de las telecomunicaciones, la mayoría de Telecom Argentina, se ha marcado como objetivo lograr una subida de sueldos del 35%, además de dejar abiertas las posibilidades de que esa mejora sea mayor si los precios siguen disparados.
"Queremos estar preparados para, si la inflación vuelve a apretar, ser capaces de renegociar nuestros salarios y no estar con las manos atadas durante un año. El aumento de los precios ha supuesto una importante pérdida de poder adquisitivo para los trabajadores", señala
'Pescadilla' inflacionaria
Semejantes incrementos de salario obligarán a las compañías e industrias a aumentar los precios, contribuyendo a que la inflación siga engordando y perjudicando al consumo, según Daniel Marx. Ya en la década de los 70 y 80 el país sufrió una tremenda borrachera inflacionista que llegó a su apogeo en 1989, cuando los precios al consumo se dispararon nada menos que un 5.000%.
"Nadie puede aumentar los sueldos un 25% sin subir los precios. Incluso hay algunos proveedores que están subiendo esos precios sólo por si acaso", asegura Alberto Sellaro, dueño de una fábrica de zapatos en Buenos Aires. Sus 50 empleados recibirán una subida del 24,7% en nueve meses. Y, como consecuencia, él aumentará los precios un 10%.
Todo esto, por supuesto, pasará factura a la ya de por sí siempre frágil economía argentina. "Una mayor inflación significa pérdida de poder adquisitivo, y desde luego la tasa de crecimiento se va a ralentizar. Las compañías están dejando de invertir por las incertidumbres que genera la subida de precios", advierte Marx.