En la actualidad, en España hay suelo ya recalificado para construir casi 20 millones de viviendas. La Federación de Promotores y constructores estimaba en 2008 que España necesitaba algo más de 300.000 viviendas anuales, pero durante el periodo 2003-2007 se triplicó el número de viviendas construidas.
La larga duración de esta fase alcista de ladrillo y de bonanza inmobiliaria indujo a la población a habituarse a esta sinrazón, como si de algo normal y permanente se tratara. Los diez años de auge crearon hábitos de vida y de negocio muy arraigados que nos han llevado a esta “economía suicida”
La crisis económica amenaza la principal fuente de riqueza nacional, el turismo, en 2009 el PIB del sector cayó más de un 5%, siendo el sector más afectado el turismo extranjero, que disminuyó más de un 10% junto con los ingresos derivados de este mercado, que cayeron un 3 puntos más. El turismo ha sido la batuta que ha liderado el desordenado planeamiento del uso turístico del suelo. La continua y manifiesta vulneración de la legislación vigente en materia urbanística, la concepción del turismo no como un instrumento de desarrollo, sino como un medio especulativo a corto plazo y la debilidad de la normativa en materia de protección del medio natural, han provocado que la crisis del sector inmobiliario le golpee de lleno. Los turistas han cambiado, muchos extranjeros han optado por playas de países con economías basadas en el dólar o en cualquier otra moneda distinta al euro. En verano de 2008 predominaron las estancias cortas y el gasto ha descendido en diferentes zonas turísticas hasta un 30%. Este agotamiento del turismo español requiere un plan urgente de renovación de los servicios existentes, en vez de seguir promoviendo nuevos hoteles y complejos vacacionales.
No se entiende por ejemplo que Marina d’Or, símbolo del turismo masivo y de la destrucción del paisaje, con 1.000 empleados despedidos en el último año, siga promoviendo en la actualidad hasta tres nuevos complejos en la costa de Oropesa.