El vínculo amoroso que todos queremos que dure años, décadas, necesita cuidados y esfuerzos continuados. Y no hacerlo así —descuidarnos hasta que el vínculo amoroso se transforma en simple afecto—, trae la pérdida del amor mantenido, de ese amor que ya no es fogoso pero que es muy necesario para estar a gusto con tu pareja.
El simple afecto es perfecto para los hijos o para los amigos, pero que no nos sirve para mantener a la pareja con la que convivimos. La pareja necesita que mantengamos vivo ese vínculo amoroso…
que ya ha perdido la fogosidad del amor, esa sensación fisiológica del amor por procrear, del amor casi animal. ¿Cómo lo hacemos?Básicamente, se trata de recuperar dos elementos: la conexión emocional y el contacto físico. ¿Recordáis cuando flotábamos, eufóricos, en la etapa del amor pasional? Podíamos pasar horas mirándonos, tocándonos y sintiendo al otro, sin más, no pedíamos nada más que la contemplación y el contacto físico.
Ese es el alimento del amor duradero. Pero con los años de uso se transforma, se pierde, cambia la necesidad o mejor dicho, cambia la forma de producirse.
¿Existen trucos para recuperar esa conexión emocional?
Si, ahí van algunos pequeños consejos para ayudar a no perder el amor, el vínculo amoroso:
Volver a escuchar a la pareja de forma que se sienta escuchada, no solo “oída” (esto implica parar el tiempo e interesarse de verdad por el otro).
Ser generoso en lo grande y en lo pequeño, como cuando todo lo queríamos compartir con el otro. Ser detallista en la relación, entregar, dar, ofrecer.
Reavivar el placer sencillo del contacto físico: caricias, miradas, abrazos.
Derrochar todo el sentido del humor del que seamos capaces de crear, porque la risa y la sonrisa son una fuente de alegría cómplice, fantástica y gratuita.
Específicamente, para los más decididos, se sugiere un ejercicio que puede dejar estupefactas a nuestras parejas pero que al parecer resulta muy eficaz: hay que mirar a la pareja a los ojos, sin decir nada, durante unos minutos, todos los días. Así conseguiremos empezar a reconectar, a recuperar ese vinculo amoroso que se puede ir perdiendo con los años, que es la esencia imprescindible del amor compartido y de la vida en común.
Y que no se nos olvide que convivir es vivir juntos, participar de la vida en común, compartir y entender, hablar y soñar juntos.