Enemigos íntimos es un programa de televisión. Tal vez con esto ya diga todo. Pero es sobre todo muy curioso. En serio. Parecería incluso improbable que se puedan conseguir todas las semanas a media docena de enemigos que se presten a sacar sus bragas, calzoncillos y trapitos familiares a la luz de todos, por una perras de mucho o de poco. Y sobran voluntarios, lo juro. Somos una santo país en donde sobramos enemigos íntimos o públicos, extensos o reservados. Un éxito, oigan.
Claro que si nos ponemos a mirar un poco más el elenco de los que salen a desnudarse, uno se pone a contar y se asusta un poco. ¿En serio los guionistas son capaces de llenar programas con tan pocos y malos personajes?
Pocos, por que se repitan más que el ajo crudo. Son siempre los mismos. Malos por que tienen que gritar mucho para demostrar que tienen un poco de razón. Pero son un éxito. Claro que si empleamos la comparativa, casi son menos los jugadores de fútbol que dan la cara en las ruedas de prensa y mira qué negocio se han montado entre la pelotica y la televisión. Y ellos ya vienen en calzoncillos a trabajar.