Es el género epistolar. La cartas a amigos ficticios. O no.
Ya casi no se escriben cartas lo que no nos impide crear nosotros una diario no con entradas, no con un orden de fechas ascendentes, sino en forma de cartas dirigidas a amigos que nos podemos inventar, o que pueden ser reales pero a los que nunca les remitiremos el trabajo epistolar que creemos como ejercicio literario.
Ya casi no se escriben cartas lo que no nos impide crear nosotros una diario no con entradas, no con un orden de fechas ascendentes, sino en forma de cartas dirigidas a amigos que nos podemos inventar, o que pueden ser reales pero a los que nunca les remitiremos el trabajo epistolar que creemos como ejercicio literario.
O incluso podemos trabajar la carta como elemento literario cambiando de destinatario según va avanzando la construcción del libro o incluso jugar a crear cartas de ida y vuelta, con misivas que se van cambiando de dirección, creando también las respuestas literarias de las mismas. Hay muchas posibilidades de un género algo olvidado pero que puede dar mucho juego literario.
El género epistolar tiene que guardar unas formas obligadas.
El género epistolar tiene que guardar unas formas obligadas.
Deben dirigirse en primera persona hacia alguien, tienen que contener una presentación, un cuerpo de texto y una despedida. Deben ser presentadas o maquetadas en orden temporal como los diarios, para que los lectores puedan seguir con interés los asuntos que se traten. Deben ser familiares en el trato pero sustanciales en el fondo, interesantes y entretenidas, conteniendo opiniones, dudas, temores, soluciones, problemas que requieren ayuda, avances en el tiempo, un hilo conductor del todo.
Es cuestión de explorar.
Es cuestión de explorar.