La sensación general por la crisis es de pena general, de dolor, de angustia incluso, para muchas familias con graves dificultades económicas. Para muchas familias sin ningún tipo de ingresos.
Pero si doloroso no tener ingresos, tener más deudas de las que se pueden soportar supone en casi todos los casos la pérdida de las pocas posesiones que se tienen. Los embargos, la morosidad sin fecha fija de finalización, ataca a las familias, a las organizaciones más básicas de la sociedad.
Pero y ahora con calma, deberemos todos sopesar qué parte de culpa tenemos nosotros en todo este proceso. Lo sencillo es decir que la culpa es de los demás, de todos los demás. Pero nos resulta muy complicado asumir que nosotros también tenemos…
parte de responsabilidad de nuestra situación.Y mientras no admitamos nuestra responsabilidad, difícilmente encontraremos soluciones a nuestros problemas. Nos hemos endeudado mucho más de lo que podemos soportar. No hemos ahorrado —en muchos casos— para tener una supervivencia mínima asegurada durante unos meses mínimos. No hemos crecido dentro de nuestra profesionalidad, al no formarnos en tiempos de bonanza, al no buscar puestos de más responsabilidad, al no buscar nuevas empresas, cuando el mercado de trabajo era bueno.
Ahora lo primero es saber qué debemos hacer para mejorar nuestra situación y tomar conciencia de donde estamos y qué deberemos mejorar en el futuro. Tener paciencia, ser sinceros con nosotros mismos e intentar buscar soluciones por nosotros mismos. Nadie nos va a regalar nada, luego dependemos de nosotros mismos. Si somos mejores que el resto, encontraremos soluciones. Si no somos los mejores, no saldremos de esta. Hay menos posibilidades, pero las hay y deberemos buscarlas con ahínco.