La razón es casi siempre una. Bueno, a veces puede no ser única, pero aun así es más de una parte que de otra, por mucho que estemos constantemente viviendo juicios de valor o de los otros, en donde personas se creen en posesión de “una” verdad y creen que es la única y la más válida.
Muchas veces la lógica de alguien ajeno a la disputa es la mejor medicina para encontrar solución al problema de razón. Los jueces de paz serían un ejemplo básico de justicia
en busca de una razón —al menos la razón mayor, una contra la otra— que dicte sentencia y aclare. Pero cuando la razón debe ser buscada por personas, estos sin duda se basan en su experiencia y en sus circunstancias, en su formación personal y en sus creencias básicas. Luego su sentencia está basada en gran medida en la visión última de a quien se le solicite sentencia.Que no se nos olvide que cuando solicitamos sentencia a alguien ajeno a nosotros, estamos llamando a la puerta de otra persona, con sus errores y sus aciertos. Somos nosotros los que solicitamos ayuda, los que ponemos nuestras dudas en sus manos. Nos guste o no nos guste.
La razón la buscamos muchas veces para nuestra tranquilidad, simplemente para seguir teniendo claro una dirección de pensamiento, para cerrar puertas también, para conseguir libertad de pensamiento o de la otra.
Pero no siempre es lo mejor tener razón. A veces es peor la solicitud que el resultado, peor la sentencia que el problema que la genera. Mucho cuidado con pedir ayuda a los ajenos, pues a veces su ayuda no convence a nadie.