Llueve. Veo el gris tras el cristal y se apagan los deseos de salir. Pero recapacito y pienso en los tiempos que llevo sin calarme por la lluvia. Una mujer joven hace malabarismos para no mojar la barra de pan recién comprada mientras el aire le mueve el paraguas. No sabe que la observo; se para; avanza, lo ha conseguido. Saco la mano por la ventana y algunas gotas golpean mi dorso con la furia de una mañana dura. Dejo que me enseñan sus fríos y la miro mientras se me escurre el agua entre los dedos. Me da envidia no salir hasta notarme idiotamente mojado; sigo dudando mientras me seco la mano contra el pantalón. Respiro profundamente el aire húmedo que noto diferente; huele el aire a invierno; me ayuda a respirar mejor, a sentirme más joven. Llueve.