Nunca como ahora hemos recibido tantos impulsos informativos por día —lo comentábamos ayer—, pero seguimos sin entender muchas de las incógnitas que mueven el mundo actual. ¿Os dais cuenta de la suerte que tenemos por vivir estos momentos históricos?
No sabemos cómo ni cuando acabará lo de Libia; por qué se está produciendo esta rebelión en el Norte de África. Quien mueve a sus sociedades y con qué propósitos; qué sucederá en Egipto dentro de unas semanas. No somos capaces de razonar para saber quien será el próximo país que se mueva en el panorama mundial establecido, ni cómo afectará todo esto a las sociedades o economías mundiales.
No sabemos si este espíritu contagioso llegará hasta países perfectamente asentados en el panorama mundial; si Europa o China se verá afectada por estos movimientos que parecen incontrolados. No es posible predecir si EE.UU. moverá ficha o si seguirá de espectador por intereses o incapacidades. Si las juventudes de los países pobres de Europa también desearán un futuro mejor; si tras el Norte de África se levantarán algunos países de la América latina más pobres.
No sabemos en realidad, nada. Porque no sabemos predecir nada. La historia se escribe cada día y a la sumo profetizamos para intentar evitar y poco más. Cuando algo se rompe nadie sabe hasta donde llegará el dolor.
Somos pues uno seres indefensos ante la terca realidad y la casualidad sin causa; o ante las lógicas sociales con causa que no sabemos ver. Mientras tanto y ante la falta de líderes mundiales, la pregunta que nos queda sería ¿es posible encontrar mejores líderes?, ¿son necesarios o hubiera los que hubiera no serían capaces de resolver nada, pues todo se mueve por mecanismos que no comprendemos todavía? No se trata de ser catastrofista, si acaso de dudar de lo que nos rodea al no ser yo capaz de encontrar respuestas. ¿Pero merece la pena intentar buscar respuestas?