He estado viendo un reportaje sobre Colombia, donde unos aragoneses vivían de misioneros en un barrio sin asfaltar de Bogotá y con casas realizadas a mano por sus habitantes sin las más mínimas condiciones de luz o aguas sucias. En el mismo reportaje y en la misma ciudad, Bogotá, otra familia aragoneses vivía en un barrio residencial con seguridad privada y visitaban un centro comercial con unos servicios que ni
en España son todavía conocidos. El colegio de la niña preescolar costaba al cambio mil euros al mes mientras las familias que no disponían ni para comer vivían con unos pocos euros. La diferencia es tan tremenda entre los que se catalogan de clase media según relatan y lo que no saben clasificarse pues desconocen las divisiones sociales, que resulta bastardo cualquier entendimiento de la situación. Cuando se habla de violencia hay que conocer todos los posibles factores que inciden en que una sociedad se comporte de una forma o de otra. Que se permitan estas diferencias es asqueroso, que no se contemple la solución de estos problemas es de una falta de respeto e inteligencia social que les llevará al caos, si no están ya asentados en él.
Los niños son incluso educados para ser capaces de defenderse ante un mundo capitalista, y desde muy pequeños se les coloca en pequeños centros de juegos con moneda propia, tarjetas de crédito, oficios diversos desde los que pueden gastar o ganar, jugar a invertir o a trabajar, en un ejercicio que toman como un juego mientras los padres acuden dentro del mismo centro de juego y comercial a recibir masajes, escuchar música, bailar, relajarse en un spa o jugar a comprar en el centro comercial. Todos juegan a ser consumistas y a manejar el dinero que otros muchos vecinos de su país no han visto nunca ni de lejos. Es Colombia, parecía Colombia. Es la selva pero con mucho color y luz artificial.