Muamar el Gadafi, ese otro dictador, de Libia en este caso, no entiende de respeto hacia su pueblo. Entiendo que ha visto las barbas de sus vecinos volar hacia países ajenos, dejando sus joyas abandonadas y que eso jode, pero ametrallar a sus ciudadanos está muy mal y no resuelve nada.
No sabría decir si la solución pasa por Venezuela, pero seguro estoy de que no pasa por dejar que su hijo
Saif el Islam salga por la tele a explicar con el dedo levantado que o es con “ellos” o será la guerra civil. No se puede mantener la pobreza por la eternidad de sus cielos, pues la gente al final se espabila y se queja. Como no está nada bien que se diga constantemente que el desempleo juvenil es del 30/40% y se mire para otro lado. Al final algunos se cabrearán y entonces todos nos pondremos las manos en la cabeza. Vivir como avestruces es un mal consejos para idiotas. Lo pone en los libros de “Como hacerse político en cuatro días”.
Que los aviones —militares por supuesto— bombardeen los barrios de sus propias ciudades es aberrante y dice mucho de una carrera que se estudia en presuntas escuelas. No se trata de desobedecer, sino simplemente de no obedecer a las barbaridades de los sátrapas imbéciles. No se puede ser tan marrullero como para decidir desde una mesa de despacho presuntamente legal, que mantenerse en el poder es a costa de matar a tus propios vecinos de país. Uno tiene que decidir si lo mejor es matar o matarse. Si no es más lógico coger los bártulos e irse a casa de los amigos, aunque estén muy lejos, con tal de no tener que tomar la decisión de matar a convecinos.
Claro que igual están enfermos de verdad.