Sigo escuchando algunas idioteces sobre el Golpe de Estado del 23-F del año 1981. Estulticias interesadas para lanzar mierda sobre lo que ya de por si fue mierda, auspiciada por gentes sin capacidad de organizar bien… ni su entierro.
Algunos personajes que por aquellos días estuvieron en puestos informativos importantes ahora cambian de chaqueta —también— para hacer un flaco favor a su memoria, emponzoñando posiblemente su buen trabajo
de aquellos días.
Pero es que parece que nos debemos a alguien que nos paga ahora, y no a nuestra memoria y nuestras convicciones, que suelen —deberían al menos— ser más potentes que los sueldos mensuales.
Se olvidan de donde estaban y lo que hicieron entonces, si ahora está mal visto apoyar a la democracia desde sus pesebres.
Mezclan churras, unen reuniones en Lérida con socialistas y el general Armada, como si de una paella se tratara, olvidándose que también entonces se escribió acertadamente de aquellos días, en aquellos días. Las hemerotecas están para leerlas y no olvidarlas.
Claro que todos estaban hasta los huevos de Suárez, peligrosamente hasta los huevos. Desde el PSOE que se creía que nunca llegaría al poder, hasta el Rey que se dejaba pisar por su inexperiencia todavía o una UCD que olía a muerto viviente.
Pero de eso a que se apoyara desde todas las opciones políticas de entonces a un Armada ya conocido por sus devaneos con lo granado de la derecha rancia y mucho menos a un Tejero barullero y golpista con anterioridad; es de pecado de infierno.
El 23-F supuso la vacuna perfecta para dejar a la democracia libre de virus asquerosos; posiblemente algunos médicos que pusieron la vacuna —o dejaron que se pusiera mirando hacia otro lado— todavía no se les conozca; pero los únicos tontos inútiles fueron los que perdieron con esperpento y nocturnidad.
La mayoría de los militares no estaba con los golpistas, lo cual quiere decir que algunos militares muy importantes sí que estaban con los golpistas y no todos han salido a la luz de los taquígrafos.
Y de hecho no se han dado a conocer todos los movimientos de tropas, incluido Zaragoza, aunque fueran leves y de tapadillo.
Pero esa es otra historia que se curó con la vacuna posiblemente de un CESID más listo de lo que nos creemos.
Querer convertir ahora inocentes a los que siempre han sido culpables y además sin huevos para reconocerlo, es de bobos sin carácter. Y eso en la vida militar, está mal visto.
¿Por qué no se desclasifican definitivamente todos los papeles de aquella época? ¿quien era realmente el Elefante Blanco?