Operación Triunfo 2011 echa el cierre este domingo, en otra falta de respeto de Telecinco digna de premio gordo. Algo habitual en una cadena que no considera a sus teleespectadores desde hace muchos años.
Yo no veía Operación Triunfo pero me parece una barbaridad su cancelación, como la de otros programas que caen a las pocas semanas de empezar, por lo que representa para aquellas personas que siguen los programas suspendidos. En este caso además, con el añadido de haber jugado con concursantes que ya nunca podrán desarrollar su carrera artística con normalidad.
Es cierto que tenía poca audiencia por muy diversos motivos, casi todos achacables a la propia cadena que ahora suspende su emisión. Casi ninguno a los concursantes y si acaso a los telespectadores, por no seguir en avalancha un programa viejo, caducado, sin ritmo, falto de calidad en su realización. Simplemente han (hemos) elegido otras opciones mejores para nuestros gustos. Pero hay que aguantarse, puñeteros, y saber administrar también las derrotas.
Las señales que dejará Operación Triunfo no serán pequeñas, y las heridas tardarán en cicatrizar. No será una decisión que caerá en el saco de los perdonable para muchos críticos, ni tampoco para la competencia que recibe un respiro de una cadena que sólo sabe ganar lo cual es bueno si además se respeta a sus clientes. El domingo, que si ví la Gala 4, fuimos dos millones los espectadores de un final anunciado. No son pocos como para reírse de ellos.