Estamos condenados a tener inflación y un PIB muy bajo. Lo que se llamaría estancamiento (estanflación) maligno, a poco que vayamos poniendo adjetivos. Pero la inflación puede ser ligeramente relativa, si nosotros mismos, como consumidores, tomamos medidas.
Toda inflación es susceptible de volverse en contra de quien la crea, si los consumidores deciden NO consumir el producto o servicio que sube de precio. Es decir, la última palabra para que la inflación se mantenga en el mercado la tenemos los consumidores. Sea del tipo que sea el servicio o producto. O casi.
Nadie debería gastar más de aquello que puede, y como mucho aquello que gana, luego si la subida de precios afecta a los productos de nuestra costa de la compra, lo que hay que hacer es dejar de compara aquellos de los que podamos prescindir. Es decir, volvernos mucho menos consumidores, que sin duda, la mayoría podemos.
La solución pasa por consumir, pero también por tener inteligencia a la hora de gastar. Pasa por trabajar mejor que es totalmente distinto a trabajar más, por mucho que alguno inútiles de las mejoras en producción nos digan lo contrario. En Alemania no se trabaja más, se produce mucho más, que son dos conceptos diferentes. Y se produce más a costa de muchos factores, incluidos que para producir lo mismo ellos necesitan a menos mano de obra inútil.
Como la inflación seguirá subiendo, deberemos conocer los precios de los productos y NO comprar aquellos que suben o ya han subido. Por ejemplo algunos servicios de hostelería. Algunos productos de temporada y capricho o de fuera de temporada y más capricho todavía. Nadie impide que los ricos gasten el dinero en lo que les venga en gana, pero los que tenemos que sufrir la inflación como un elemento distorsionador, tenemos la obligación de ser inteligentes a la hora de consumir.