Mientras asistimos atónitos a las noticias de Japón, que ya consideramos muchos, están filtradas y manipuladas, nos hacemos decenas de preguntas sobre este siglo que parece nacido con ganas de joder. Nadie nos había dicho que empezar un siglo fuera tan cruelmente duro. ¿O si nos lo habían dicho?
Al terrorismo le siguió la crisis y ahora la naturaleza que se venga por que no le hacemos caso y nos amenaza con crisis atómicas. ¿Qué nos queda? Los religiosos de miedo, se estarán frotando las manos. Ya os lo dije, dirán desde algunos púlpitos los agoreros de sotana, es el Fin del Mundo, pero en forma de aguas negras y partículas que flotan y se colocan en el tiroides.
Nunca había entendido tanto de tiroides como ahora, ni de yodo ni de la teoría de la olla express. Nunca es tarde para saber cómo funciona una central nuclear, por si decido hacerme una en casa.
Nos estamos olvidando de Libia, lo cual me lleva a la terrible sospecha que esto del terremoto es obra de Gadafi, que tiene mucha mano para la energía y los castigos a los occidentales. Pero mientras tanto Francia ya nos avisa de que nos están engañando, para que luego no digan que ella no avisó.
Yo creo que 40 años de una central nuclear es mucho. Si mi coche lo tengo que cambiar con 10 años, mi televisor con cinco, mi ordenador con 4 años ya es viejo y mi teléfono móvil a los seis meses ya es una patata ¿cómo se explica que una central nuclear con el calor que dicen que da, aguante 40 años funcionando todos los días las 24 horas? Ahora resulta que los mayores enemigos de la energía nuclear son ellos mismos. Algo parecido a lo que está sucediendo con el capitalismo, que los que más han hecho por destrozarlo son los que escriben artículos alabándolo pero abusando de sus laboratorios financieros por las mañanas de bolsa y muy señor mío. El abuso y la mentira no es el camino para este siglo que parece nuevo. Al menos en cuanto a sustos que se pueden ver en directo, que esa es otra. Es imposible creer en nada ni nadie si todo nos lo enseñan al instante. Uno se da cuenta enseguida que los que mandan, si acaso organizan un poco el caos; que son tan poca cosa como tú y como yo y que no saben de la misa la media. A la hora de la verdad, los que mandan, mandan muy poco. Y ellos lo saben pero disimulan.