Uno se cansa de vivir rodeado de este barullo edificado sobre malas babas. Sería mejor decir que está harto de sentirse rodeado de malos personajes que se han ido adueñando de todo hasta convertirlo en un mal laboratorio de ideas para joder. Como decía hace poco no sé bien quien: da la sensación de que los peores se han adueñado de todo lo que sirve para gobernar.
Así es imposible tener ganas de seguir peleando por nada, pero sabemos que si no continuamos e insistimos con las ideas propias —algunas basura también, unas pocas válidas—, no conseguiremos que se frenen un poco aunque sea por el respeto a ser vistos y descubiertos.
No es que los malos abunden, es que se han disfrazado de buenos y así es imposible descubrirlos con facilidad y enseñarlo a la gente. Los malos parecen buenos y los buenos unos inútiles. Han aprendido tanto, que saben hasta demostrar que no saben nada.
Pero no nos quejemos, que es lo que quieren sacarnos de dentro; quejarse no sirve de nada: hay que decir, explicar, hablar, insistir, rebelarse, quejarse, no callar.