Cuando las prisas aprietan, los tiempos se vuelven más lentos o más rápidos según lo que esperamos de ellos.
Los nervios, esos enemigos de la lógica, nos convierten en incapaces, hasta no ser posible controlar los pensamientos agotando la capacidad de respuesta.
Nos volvemos más tontos.
Así, que si nos recorren las prisas por dentro, nada mejor que respirar profundamente, tranquilizarnos y pensar con calma.
Solo así podremos salir de aquello.