En la Final de la Copa del Rey de fútbol vi en varias ocasiones a un militar, vestido de militar caqui, que desde una fila trasera al Rey le indicaba información o comentarios. En varias ocasiones que enfocaron al palco se les vio a ambos, uno detrás del otro, pasándose información, algo que podría parecer lógico y normal, si no fuera por el disfraz, con perdón.
No es para mi entendible que en un acto civil estuviera un consejero o asesor o amigo del Rey vestido con el traje de su profesión. No me imagino —si tuviera un amigo fontanero, enfermero o bombero— acudir con su traje profesional al acto Real para indicarle al Rey los comentarios pertinentes. E incluso en el caso de que fuera en función de su responsabilidad, lo sería en un acto civil y para asesorar a un Rey civil, creo yo.
Así que el militar vestido de militar sobraba. Pero no él, sino su traje. Ir a un acto civil vestido de militar y sin representar a los militares para nada, es acudir disfrazado y fuera de sentido. Los poderes públicos deben guardar las formas y saber en qué momentos son personas, profesionales, asesores, militares o civiles.