Observo en los últimos meses una radicalización excesiva en las respuesta de todo tipo de encuestas que hacen los medios de comunicación en Internet, sobre todo en elmundo.es y en Antena3.
Ya no se trata de que las respuestas sean obvias, sino de que a esa obviedad se apunta con más del 85% la inmensa mayoría de las veces, todos los que responden a las encuestas.
No solo todos entendemos de todo, sino que además entendemos igual de radical. Si hablamos de la fabricación de las viviendas en Lorca, todos opinan que no cumplen las normativas, como si se las hubieras leído o simplemente conocido. Si tenemos que opinar sobre Bildu o sobre el TC, el 90% opina lo mismo. Si es sobre el espacio Schengen opinamos como si hubiésemos sido nosotros los ponentes de la ley. Unos expertos los que votan, que han convertido en nada lo que ya nos parecía nada antes de estos radicalismos de botón de ordenador.
Lo curioso es que parecemos radicales pero en cambio demostramos sin darnos cuenta que somos predecibles y rancios.
Odiamos todo lo que es cambio social, lo que son posturas novedosas, lo que pueden representar otras formas de atreverse a ver la vida. Nos ponemos de acuerdo en tropel para condenar y criticar; para oponernos, más que para opinar y dar soluciones, aunque sean casi imposibles. Somos entrenadores “de lunes”, en las encuestas preparadas además para que la respuesta sea una y trina, preparada la respuesta dentro de la misma pregunta y sin que se note.
Es posible que así, dándole al botón, algunos consideren que habitan un país muy serio y democrático pues se les puede preguntar hasta el color de las barandillas del puente de su pueblo. Pero la verdad es que lo importante, lo serio y que nos afecta en verdad, eso, no, eso no nos lo preguntan.