Os dejo un artículo de GASPAR LLAMAZARES, que publica hoy el diario Público, y que resulta interesante para ver por donde caminamos en estos momentos de crisis política, social y económica.
En un artículo anterior, denominado “La estrategia Tarantino”, hablé sobre el papel de la socialdemocracia en los gobiernos europeos como cirujano social frente a la crisis económica –al dictado del golpe de mercado– y sus efectos favorables para la derecha, que no sólo socializa las pérdidas sino que, además, recoge los frutos del descrédito y la desafección electoral de la izquierda en forma de amplias y hasta absolutas mayorías electorales, como acaba de suceder en España con la marea azul del PP. Esta estrategia Tarantino del “tú recorta y amputa, que nosotros recogemos los votos” ha funcionado a la perfección en las elecciones del 22-M y, una semana después, en las elecciones generales portuguesas. Las recientes elecciones municipales y autonómicas han sido la primera vuelta de las elecciones generales. Su carácter político explica tanto el desplome sin precedentes del PSOE como consecuencia de la desmovilización y desconfianza de sus votantes, como la movilización del voto crítico en favor del PP, de una parte, y a favor de IU y otros, por la izquierda. Además, determinados votos han acabado en nuevas formaciones políticas que oscilan del populismo al localismo e, incluso, la extrema derecha. En otro plano cabe situar el voto en blanco o nulo y la abstención como expresión de la desafección generada por ese golpe de mercado y sus consecuencias devastadoras sobre la credibilidad del sistema político. El descrédito del bipartidismo y la respuesta neoliberal a la crisis han sido la espoleta del Movimiento de los Indignados del 15-M que, aunque no se autoidentifique necesariamente de izquierdas por ahora, ha roto la campaña bipartidista, ha recuperado las plazas como espacio público y ha puesto en valor su programa alternativo de regeneración y participación democráticas a la par que sus anhelos de cambio social. El PSOE ha reaccionado ante los efectos electorales de su política de recortes soltando el lastre de la figura gastada del cirujano jefe, en primer lugar, y luego cerrando filas para contener la hemorragia, renunciando a las primarias como un estorbo en el camino proclamando a Rubalcaba y, con ello, revalidando la política conservadora de renuncia al programa de salida social a la crisis y de abducción por los dogmas del ajuste de mercado. Con este giro sobre sí mismo, el PSOE renuncia de hecho a movilizar al electorado perdido y se resigna a la victoria por amplia mayoría del PP en las generales. La izquierda transformadora y ecologista de la que IU forma una parte mayoritaria ha salido de estas elecciones en primera vuelta con un resultado modesto. Aunque ha aumentado sus votos no ha recogido del todo el desgaste o desplome del PSOE, ni ha sido capaz de representar la indignación de los precarios y la juventud frente al golpe de mercado y la patética sumisión de la política a la economía. Pero, sobre todo, las izquierdas realmente operantes o existentes no han logrado por el desplome del PSOE, por su atomización y por el sistema electoral mantener su influencia política en los gobiernos de las comunidades autónomas y las capitales. En el peor momento del PSOE la izquierda sube modestamente, pero pierde poder político para enfrentarse a la derecha y a la involución del mercado. No hay que menospreciar el resultado positivo, pero modesto por su dispersión; sería estúpido cuando el éxito no abunda. Pero tampoco debería la izquierda equivocarse durmiéndose en los laureles, pensando que las elecciones generales traerán mecánicamente un grupo parlamentario sólido para la izquierda y, mucho menos, que cierre el paso a la mayoría absoluta del PP. Muy al contrario, se prefigura un grupo mixto muy numeroso y variopinto. Las izquierdas e IU en particular nos equivocaríamos si pensáramos que, como hace el PSOE, para avanzar basta con enrocarse y esperar. “En tiempo de cambio no hacer mudanza”, reza la máxima ignaciana. Pero no sólo es tiempo de cambio, es tiempo de involución y golpe de mercado contra el Estado social y la democracia política. Y ante situaciones así nuestra tradición social y política sabe mucho de alianzas de apertura, de generosidad y de inteligencia. Fue en estos tiempos difíciles cuando alumbramos al sindicalismo de las Comisiones Obreras, al Pacto por la Libertad o a la propia Izquierda Unida. En estos crueles tiempos de cirujanos de hierro, nuestro mito ha de ser el de Penélope. Se trata de tejer en base a principios, valores y propuestas básicas de regeneración, cambio social y de género, sostenibilidad y diplomacia de paz, un frente amplio de izquierdas que movilice la ilusión perdida para frenar el avance de la derecha y configurar un contrapoder de pensamiento y acción frente al golpe de mercado. Este frente debe ir más allá de una mera coalición política, debe considerar importantes las sinergias y la suma entre espacios políticos complementarios, y articular también a movimientos sociales y sectores culturales críticos y alternativos. Con ello se trata no sólo de contribuir a poner un dique a la marea azul del PP y evitar lo que algunos aceptan como inevitable, su mayoría absoluta, sino de establecer un polo de referencia para la oposición de izquierdas en la sociedad y en las instituciones. Desde una perspectiva de futuro, y en relación a las movilizaciones del 15-M, debe ayudar a reconstruir mediante el diálogo y el mestizaje la izquierda necesaria que reconcilie a la sociedad civil y la política en España y en Europa. Todos estamos convocados a participar en la formación de un frente amplio de izquierdas. Gaspar Llamazares es portavoz parlamentario de Izquierda Unida Ilustración de Patrick Thomas