El terrorismo tiene muchos colores asquerosos, incluso el político

Es imposible acostumbrarse al terrorismo, pero lo tendremos que intentar aunque nos duelan las entrañas, pues es el tipo de guerra del siglo XXI. 

Los imbéciles violentos, los pueblos pobres y diferentes, las sociedades que utilizan la religión como arma violenta, van a emplear los golpes de mano cada vez más violentos, porque las tecnologías a las que adoramos como nuevas vírgenes les permiten ser mucho más atroces y con más facilidad de acción. Las malas ideas convierten a los imbéciles en enfermos con razones, sus razones.

No hay remedio contra el fanatismo obsoleto, pues nuestros remedios siempre serán más modernos que sus odios. Ellos nos ganas por saber odiar con saña y sangre.

Oslo es hoy el ejemplo sangrante de que hay que tener sumo cuidado con las nuevas violencias de las extremas derechas que a veces son alimentadas por sociedades cabreadas contra la política. Alimentar a los monstruos supone admitir que se reproducirán, igual que todos los animales conocidos.