Estamos en crisis y aunque nos parezca contrario a la lógica, tenemos la inmensa suerte de vivir en un periodo de la historia de la humanidad único, donde en muy pocos años podemos observar cambios tremendos que en anteriores siglos llevaban varias décadas —o incluso siglos— de modificaciones sociales.
Todo hoy parece muy rápido, incluso sin tiempo para la reflexión y sobre todo, sin tiempo para la rectificación. El mundo puede ir cambiando de manos, dicho de forma grosera pero real, varias veces en un par de décadas.
Hoy por ejemplo es muy complejo adivinar cual será el efecto real de Obama, de la salida de la crisis económica, del potencial de China o del conflicto de los países árabes, de la importancia de una Europa apagada en este nuevo mundo globalizado, de cómo evolucionarán Venezuela, India o Brasil o de qué forma reaccionará África ante la inevitable emigración de sus mejores ciudadanos.
Nadie sabe con certeza quien manda en estos momentos en el mundo. O lo que es lo mismo, lo sabemos y nos da meda pensar en poderes no democráticos. Estamos atravesando un momento de incertidumbre y nadie sabe cómo saldremos de la actual crisis económica.
Está casi todo lo que hará funcionar este siglo XXI por crear, el nuevo orden mundial también. No nos va a servir un G1 antiguo (EEUU), al menos tendremos que contar con un G2 nuevo (EEUU más China), pero otros muchos van a querer estar en ese ya G20 (olvidado el G8 de momento) que algunos quieren convertir en un G35 mientras otros desean un sencillo G4 (EEUU, China, Rusia y Europa).
Saldremos de la crisis porque todo son ciclos, pero de la misma forma que lo sabemos, no intuimos todavía cómo lo lograremos o lo que es más grave, cómo debemos configurar la salida para que no nos lleve a un efecto rebote. Para salir tendremos que ir tomando decisiones sobre la marcha, unas interrelacionadas con otras de otros países. Cada una de ellas con la idea de ser beneficiosa para su Estado. Pero que serán salidas globalizadas y que se juntarán hasta configurar una mezcla compleja, hoy imposible de adivinar.
¿Volverá a subir el petróleo o se cambiará el sistema de energía?, ¿en qué lugar quedará el dólar y el euro?, ¿qué puesto ocupará Europa en ese nuevo mundo?, ¿hasta donde es capaz de crecer la economía de India, China o Corea?, ¿vendrá una inflación fuerte a Europa o será en cambio una deflación?, ¿a qué precio estará el dinero, las deudas, en el 2015?, ¿qué papel jugarán las inversiones de riesgo y donde se refugiarán tras la salida de la crisis?, ¿quién tiene realmente la liquidez tras la crisis u quien no la tendrá en décadas?, ¿y los bancos evolucionarán o se convertirán en otra cosa si son controlados por los gobiernos para evitar más sustos?, ¿qué papel desea ocupar Rusia en este nuevo orden?, ¿es posible competir laboralmente contra la producción barata de los nuevos mercados emergentes?, ¿cómo evolucionará la energía renovable en un mundo insostenible?, ¿dónde será la próxima gran guerra?
Y lo curioso es que casi todos estos temas tan importantes los veremos cambiados en un solo lustro.
Nos va a dar igual si queremos o no lentificar el mundo globalizado, por que no depende de nadie, él sólo ya funciona a una velocidad rápida porque son muchos los condicionantes que lo mueven sin parar. Hace un siglo, para que una decisión de NY llegara a Madrid podrían pasar varios días o incluso meses. Hoy se conoce a la vez en Tokio que en el pueblo más pequeño de Teruel. Y las decisiones se toman en muy diversos lugares y a la vez. Esta velocidad obliga a los que tienen que decidir, a ser muy ágiles; sean empresarios, políticos o sociólogos.