El marco mental que la sociedad tiene de los políticos es tremendamente negativo. Solo aflojan en sus críticas cuando les planteas abiertamente que es: o los políticos o los militares; que en 3.000 años de historia social de esta humanidad no se han dado sistemas de gobierno diferentes a estas dos posibilidades.
Tenemos los políticos que nosotros elegimos tener. Muchas veces incluso, los que volvemos a elegir. Y sin duda somos capaces de entender mucho mejor las acciones de los políticos de derechas que la de los de izquierda, que por lo general trabajan con mucho más cuidado.
Los políticos tienen gran parte de responsabilidad de este empobrecimiento general de su imagen social. No han sabido explicar su labor, no saben dirigirse a sus ciudadanos, no logran comunicar bien y además no ejercen con honradez y limpieza su trasparente labor. Es como si al ascender socialmente a la categoría de político con mando, se convirtieran en seres capaces de ser respetados por el simple hecho de su cargo y no por el de sus obras.
El político del siglo XXI deberá cambiar fundamentalmente su manera de ser trasparente, su forma de explicar sus actos, su gestión y sus decisiones. Debe ser partícipe junto a su sociedad de sus pasos públicos, sabiendo además que a él le corresponde la responsabilidad de tomar decisiones pero también la de saber explicarlas bien para que sean compartidas. No a la hora de tomarlas pero si a la hora de explicar su gestión constantemente.
Alguien ya apunta que a los políticos habría que renovarles su puesto de responsabilidad cada año y no cada cuatro años. Es algo a estudiar sus pros y contras.