Los españoles nos repartimos el gasto sanitario de una manera casi totalmente pública, algo que debemos conservar y tener cuidado de que no nos lo cambien con la excusa de la crisis manipulable.
El reparto del gasto sanitario se divide entre un 71% que nos gastamos en sanidad privada con fondos públicos, un 22,4% que gastamos en el copago de la sanidad pública a través de lo que pagamos por medicación, atención dental u óptica y un 5,5% que nos gastamos en seguros privados o en sanidad privada. Este es el peso y su distribución de la sanidad española entre todos nosotros.
No es exclusivo de España el modelo descentralizado de sanidad pública y universal entre los países que lo tienen, ya que en Suecia la responsabilidad recae en los condados; en Italia, en las regiones; en Australia y Nueva Zelanda en los estados autónomos; en Canadá en las provincias y en Noruega son los municipios los encargados de velar por la salud de sus habitantes.
El gasto sanitario en España representa un 9% del PIB, unos 100.000 millones de euros al año, algo menos en porcentaje del PIB que la media europea. O casi la mitad de lo que gasta en sanidad los EEUU teniendo en cuenta además que allí es en su mayoría asistencia privada pero muy cara.
Es cierto que los datos del gasto sanitario en España han subido en los últimos años por encima del IPC y que es posible que haya que tomar medidas de ajuste, bien subiendo parte del copago, bien destinando más parte de los impuestos, bien ajustando los gastos sanitarios de todo tipo, incluida la atención excesiva de algunos tramos de edad por procesos leves o la excesiva medicalización en que estamos convirtiendo la sanidad en España y el mundo occidental.
Debemos saber que es un pilar fundamental de nuestro sistema de calidad de vida, y que debemos defenderlos con fuerza pues es irrenunciable en nuestro estado de bienestar.