Muchas veces nos quejamos de que una imagen nos ha salido vibrada, movida. Y es entonces cuando nos acordamos del trípode y de la necesidad de llevarlo en aquellas ocasiones en las que la calidad de la imagen es importante.
Es cierto que un trípode ocupa espacio, pesa, resulta algo pesado para llevarlo en viajes y más cuando en foto de paisaje tenemos que andar un buen trecho. Pero la calidad conseguida es insuperable.
Tenemos algunos pequeños trucos. Por ejemplo no es necesario llevar siempre un trípode de los grandes, de los profesionales. Siempre es mejor uno pequeño que nada. También debemos tener en cuenta que el pulso es importante que nos lo entrenemos un poco. El disparo nos debe sorprender, tiene que ser suave y lento. Un disparo de la cámara como si fuera un golpe sobre el disparador nos hará imágenes movidas.
La velocidad de obturación es también importante. Hay una regla no escrita, o casi, que nos dice que al menos la velocidad del obturador debe ser igual o superior a la distancia focal del objetivo con el que disparemos. Con un objetivo de 55 mm no hay problema, pero ahora que empleamos tanto los teleobjetivos, los objetivos zoom, debemos saber que si empleamos un 210 mm debemos emplear al menos una velocidad de 210 y así con todo tipo de distancia focal. Si disparamos a menos velocidad, las posibilidades de que salga la imagen movida se multiplican.
Si no tenemos trípode podemos utilizar un tronco de árbol, una mesa, una piedra, para apoyarnos ligeramente sobre ella y así tener un pulso más fijo. Es importante también sujetar la máquina con precisión. Aquí cada fotógrafo tenemos nuestras manías, pero con una mano izquierda bien abierta, que abarque toda la longitud del objetivo y empleando la derecha para sujetar en menor medida pero acompañando a la izquierda y disparando aguantando la respiración un instante, nos puede ayudar en la calidad.
Recordar que si el objetivo está estabilizado obtendremos más calidad y esto es importante tenerlo en cuanta a la hora de adquirirlo.