Los buenos espías se dieron cuenta de que algo tan importante como mantener al enemigo desinformado, era fácil si se le engañaba con información falsa. La contrainformación conseguía como mínimo, confundir al enemigo aun más sobre los movimientos, los mensajes entre aliados o los objetivos sobre los que actuaban. Desde luego, hoy más que nunca, la contrainformación a la que, sin querer, nos podemos ver sometidos, es mucho más peligrosa que la simple ignorancia, siempre y cuando esta pueda ser superada.
Justamente por esa razón. Sin información, uno puede estar en disposición de querer profundizar sobre un tema, hacerse con una opinión libre de imposición o, al menos, intentar llegar a la verdad. Sin embargo, cuando ya hemos sido engañados, si realmente nos creemos el engaño, no tenemos ningún motivo para seguir buscando la verdad y salir de la mentira.
Los extremos suelen ser muy atractivos en este aspecto. Las teorías conspiranoicas, que dan cuenta de medias verdades o el adoctrinamiento bajo la excusa de un adoctrinamiento anterior e inexistente son otros ejemplos. Y es peligroso porque te predispone a estar en batalla continua contra el resto del mundo, ya que este jamás se moverá al son de una mentira irracional.
Pongo un ejemplo que me ha enervado la sangre durante, ya, años. Un documental dirigido sobre todo a “abrirte los ojos” ante el mundo económico llamado Zeitgeist (tiene más partes, pero me centro en esta). A través de mentiras y engañifas que cualquiera con un mínimo de sentido común y conocimientos en materia económica podría revocar, se intenta inculcar la idea de que el sistema económico esta siendo día a día controlado, que no existe libertad, que todo el dinero de la economía es creado para generar una deuda a los ciudadanos y todo ese rollo que intenta asociar al capitalismo como sistema inestable.
Me preocupa que mucha gente con tendencias a la izquierda se vaya por estos derroteros conspiranoicos justamente porque intento ser una persona de izquierdas coherente. El hacerte creer que eres minúsculo comparado con “los grandes poderes” es un poderoso intento de hacerte aun más pequeño realmente.
Otro ejemplo. Ahora se ha puesto de moda eso de que no existen las izquierdas ni las derechas. ¿Pero quien dice eso? ¿Y quien lo corea? Porque hablamos de bandos diferentes. Mario Conde hoy decía que en su movimiento no había ideología, solo ideas. Habría que explicar que cualquier idea, sea cual sea, tiene una connotación ideológica si está enmarcada en la política. El único hecho de intentar vender esta “desaparición ideológica” es para neutralizar y objetivizar unas ideas frente a otras, hacerlas, por tanto, las únicas con sentido. Mientras tanto, la gente se lo cree.
Si no existe ideología, no existe alternativa, pues si convertimos la política en una ciencia (no estoy hablando de la economía), solo hay una opción que sea la óptima. Que mejor forma de venderlo ahora que la derecha va a arrasar. Si la mayoría da una información para que supla a la desinformación, y nos creemos de verdad que no existe alternativa, no estaremos siendo realmente informados sino, posiblemente, manipulados.
Sigo con el tema del que hablo siempre, la dualidad de la que nos nutrimos los economistas. ¿Cuántos españoles podrían poner en duda el valor de la austeridad para salir de la crisis? No solo nos lo han vendido como único nutriente a nuestra escasa información económica, sino que no nos permiten conocer otra. En Europa se deshicieron de Geithner como si la estrategia americana no pudiera ni siquiera ser defendida.
Y lo cierto es que la realidad es mucho más simple. El capitalismo es lo que queramos nosotros que sea. La izquierda americana es tan derecha como aquí el PP. Y la derecha del norte de Europa es casi tan izquierda como aquí el PSOE (hablando siempre en materia económica, claro). La ideología no es solo un contraste de medias verdades si no de formas de ver la vida.
Intentando siempre mantenerme en un estado “neutral” me cuesta mucho no enfadarme con estos dos focos polarizados tanto de la izquierda como de la derecha. No solo porque engañen, sino porque intenten incapacitar al libre pensamiento (con las artimañas que utilizan los sectarios pero a gran escala).
Lo que trato de decir, y con esto acabo, es que los extremos no son buenos, pero tampoco esto significa que no existan lados complementarios de entender, ser o actuar en la vida. Y que aunque la objetividad de los medios de información está en entredicho, la realidad es, a veces, muy difícil de sacar a relucir y la verdad, por tanto, parece una rara avis incapaz de ser alcanzada, hay que intentar que, en la búsqueda de esa verdad, muchas veces nuestra propia verdad, no caigamos en las facilidades que otros nos imponen. No queramos pasar de la desinformación al engaño más profundo y paralizante porque nos estaremos cargando nuestra propia libertad.