Tras creer que la globalización era imparable nos pensamos que lo era para gobernar e incidir, pero no para que otros incidieran en nuestra forma de vida. La globalización es mezcla, es interacción, es riesgo para todos. También para los que nos creíamos poderosos con nuestro estado de bienestar.
Pero la realidad es más compleja, persistente y borde y por ello no es posible controlar la globalización en todos sus aspectos aunque deseemos dominarla para que solo nos afecte positivamente a los que nos pensamos, somos los dominadores.
Ha sido la crisis económica el efecto actual más negativo, pero provocada por la globalización de los mercados, de las guerras y sus costes, del terrorismo, de los miedos, de la inmigración cada vez más lógica, del abandono de la política por los líderes de calidad dejando en manos grises el control político del mundo.
La globalización también es positiva para los pobres, para los pueblos sin justicia, para mezclar y agitar, para desbocarse hasta resultar incontrolable.
Es una nueva manera de organización social, así que es muy probable que la controlen y la intenten evitar los mismos que creyeron que iba a ser la panacea para sus beneficios de mercado global.