Hay fiestas imbéciles. La “Tomatina” de Buñol en Valencia parece desde fuera una de estas.
Por una tradición antigua pero convertida en manipulación turística con ganas de joder, cientos, tal vez miles de personas, se lían a tomatazos con el curioso deleite de mancharse y marchar, de disfrutar envueltos en mierda roja, en pringue de curioso gusto.
No es una fiesta que vaya a menos, o que al menos vaya hacia una educación de gracietas controladas. Ahora además disfrutan saltándose a la torera la prohibición de romper camisetas, pues de lo que se trata es de que quien caiga en la zona salga de tomate hasta sus partes más o menos nobles.
La “Tomatina” de Buñol está marcando para el resto del mundo, de lo que somos capaces los españoles con tal disfrutar y reírnos. Nos importa poco el hambre del mundo, el uso de alimentos para jugar y romper, la mezcla de mal gusto con peor uso. España debería revisar sus fiestas, más que nada para ser más humanos y menos animales.
La imagen es de Reuters