Cuando hablamos de hambre, de necesidad, de pobreza extrema, nos la imaginamos por las imágenes que se nos envían por los medios de comunicación. Descansamos de su visión y seguimos cenando en casa para pasar a tomarnos la copa y los hojaldres de la noche.
La pobreza va con otros. La desesperanza social es “de los otros”.
Pero dentro de esas casas de telas y cartones que vemos en la calles del centro de Addis Abeba en Etiopía, hay personas, gentes que fueron niños y no serán ancianos.
Gentes con sus pensamientos y deseos, con su libertad truncada, con un mundo hostil que les rodea.
Por las calles de Addis Abeba hay miles de personas viviendo sin hogar, durmiendo literalmente tirados en las calles como en su momento veremos, o que incuso tienen la suerte de disponer de un pequeño añadido de telas y cartones o uralitas para poder estar tapados. ¿Pensamos que de poder escapar de esta situación, no lo intentarán jugándose su pobre vida? ¿podemos seguir cenando tranquilos?. Si, esto si, pues siempre “son los otros”.