Todos tenemos ira, y todos tenemos que gastarla, desfogarnos de ella, dejarla salir. Pero la ira debemos dominarla y al sacarla debemos controlarla para que no sea destructiva en ningún momento. La ira no tiene mucho sentido pues no nos produce nada beneficioso aunque asumimos que por nuestra forma de ser, animales racionales, la poseemos a veces, se nos va cargando hasta que definitivamente la sacamos y vaciamos.
No emplees nunca la ira para conseguir objetivos pues al final se volverá contra ti misma. O al revés. No permitas que la ira de otros te dominen y logren de ti unos objetivos que no se conseguirían por otros motivos.
Si empleas la ira conseguirás que la otra persona se enfade, se tenga que defender, se cargue también de ira y se termine en una batalla cuando menos dialéctica. Al final ambas personas terminan llenas de ira y se enfrentan con ella, luego se consigue lo mismo que con la razón pues uno ganará y otro perderá, pero empleando la violencia mental.
La ira es un enfado en grado sumo, un siguiente paso que camina hacia la violencia. No es un enfado o un cabreo normal, es una explosión. Y no, la ira no es humana, no debe servir la frase hecha de que es humano tener ira. Lo es, pero lo es por ser animales en nuestro interior, así que debemos tener claro que la ira nos acerca más a la irracionalidad, al ser animal que llevamos dentro.
Si hay que desfogarse, vaciar esa ira, nada como hacerlo en privado, incluso mirándote a un espejo, sin que tengas a nadie delante. Una vez vaciada tu mente de ira, busca otras respuestas para resolver tus enfados que a veces hay que resolverlos frente a otras personas.