Cuando criticamos las actuales malas condiciones laborales y salariales de los jóvenes (y de media España), se nos puede acusar a los jóvenes sin experiencia todavía de que queremos empezar siendo “jefes” y trabajando desde puesto definidos y no desde “abajo”.
Nuestros padres tuvieron que empezar a desenvolverse en la vida en peores condiciones, con una menor calidad de vida y con menos protección social y legal de la que tenemos ahora. ¿De qué nos quejamos los jóvenes?
En este aspecto creo que la diferencia no es tanto en la forma en la que están planteadas las condiciones por las que se empieza a trabajar, sino las perspectivas de futuro, que actualmente son muy bajas.
Ya no es el hecho de tener un sueldo bajo, sino de no tener una expectativa de que este se eleve conforme al nivel de vida. Durante años y años nuestra capacidad de compra de una vivienda digna ha ido bajando vertiginosamente. La independencia, y con ella la libertad, se ha coartado totalmente. Es imposible emanciparse del hogar familiar y eso es muy duro.
No se trata de excluir a la mujer del mercado laboral, pero antes la mitad de una pareja podía si lo deseaba, dedicarse a cuidar de los hijos. Hoy en día eso es casi impensable pues las deudas a las que nos vemos obligados a caer nos obligan a tener trabajo todos los miembros de la pareja, para poder sobrevivir. La vida familiar, y con ella una estructura social definida, se ve socavada además por unas generaciones hastiadas.
Sí, es cierto que estudiar de forma general (y los estudios lo demuestran), mejoran las perspectivas de encontrar empleo y ganar un sueldo mayor. Pero ya no es, ni mucho menos, una garantía. Se ha degradado el nivel académico de forma que muchas personas se han quitado títulos del currículo cuando solicitan empleo. Los doctorados no se reconocen como un aumento de nivel o calidad por parte del sector empresarial medio (si por pequeños reductos, lo más productivos), la competencia es brutal pues ante la falta de trabajo todos intentamos estudiar más posiblemente para nada o para poco. Solo la excelencia será capaz de intentar conseguir trabajo en lo suyo.
El nivel medio del empresario español es bajo, muy bajo. No se premia el esfuerzo, por lo que la pregunta viene sola: ¿para qué esforzarte? No se priman los estudios, por lo que… ¿para qué estudiar?
Cuando hablamos del empleo, de los jóvenes y de las generaciones que vienen, debemos pensar que estos jóvenes actúan ahora por lo que ven y creen que será su futuro. Y todo el mundo está dispuesto a sacrificarse por un futuro mejor. Pero en cambio sacrificarse por un futuro incierto, amplia el rango de personas que prefieren no sufrir para nada. Se llama aversión al riesgo, es una condición que se da en la practica en casi todos los humanos, así que, ¿de qué nos sorprendemos?
Si la gente está cabreada con el sistema no es por como está, sino en lo que se está convirtiendo y en la pocas perspectivas de que mejore. ¿Qué se les puede decir a los jóvenes para que levanten la moral, cuando todos sabemos que vienen tiempos largos y duros y que serán luego los hoy jóvenes quienes gestionarán estos frutos?