Como continuación a las entradas dedicadas a la Geografía económica —área en la que estoy especializándome—, quiero dedicar esta última entrada a la heterogeneidad, área de las que me estoy encargando ahora.
No son pocas voces las que desde un año a esta parte hablan de la heterogeneidad como el siguiente paso en la evolución de los modelos y teorías de carácter económico de esta área en concreto (aunque también debería dominar gran parte del resto). Considerar la heterogeneidad no es más que incluir en los modelos económicos la obviedad de que no todos los agentes económicos son iguales.
En un principio de agregación absoluta (estilo macro) puede pensarse que las diferencias entre las personas (en gustos por el consumo, productividades, posibilidad de movimiento espacial), desaparecen al agregarlos ya que las fuerzas que pudieran actuar de uno u otro lado se contraponen. Este principio asume que el conjunto actuará exactamente como actúe un supuesto agente (persona) que se situara en la media del conjunto.
En cambio al considerar la heterogeneidad estás suponiendo que pueden existir dinámicas de interdependencia, efectos de polarización (que los de cada tipo de se vayan por un lado diferente), en definitiva, fuerzas que pueden cambiar el conjunto derivadas de la propia heterogeneidad. Es algo a lo que le pongo mucho énfasis, como podéis ver cada vez que salen los datos de la EPA, como ayer.
En concreto, la Geografía económica ha incluido de manera sistemática la heterogeneidad en forma de productividades en las empresas. Es decir, no todas las empresas tienen la misma eficacia.
Esto va a implicar que algunas van a poder exportar fuera (las más productivas) y otras solo podrán vender en el merado interno (las menos productivas). En si mismo parece una obviedad, pero en cierto sentido es lo que se trata de hacer. Llevar la realidad al plano teórico.
Lo que confiere fuerza a estos modelos son las dinámicas. Un aumento en la diferenciación de producto (hacia donde vamos) amplia el conjunto de empresas que exportan, eso hace que cada vez más empresas muy productivas entren en tu mercado interno compitiendo cada vez más con empresas pequeñas, muchas de las cuales acabarán cerrando.
En otras palabras, IKEA les ha hecho mucho daños a las empresas de muebles más pequeñas. EN vez de tener muchas tiendas de X repartidas por la ciudad, vamos a lo que ya poco a poco vamos viendo: Tiendas de marca en el centro de la ciudad. Exactamente, las mismas tiendas de marca en los mismos centros de todas las ciudades.
Esto por el lado del consumo, pero también afecta al lado de la producción. Las más productivas se irán a aquel país comparativamente más grande, y no le importará irse del país en el que tenga el nicho de mercado si las ganancias que puede obtener por la deslocalización son mayores que los costes de transporte (cada vez menores). En otras palabras, Telefónica se fue a Iberoamérica e hizo el negocio del siglo. Incluso los servicios que da a España están servidos en una gran mayoría, por tele operadores iberoamericanos.
El problema de el “espacio” merece otra entrada a parte. En este caso no consideremos países sino ciudades. Los últimos trabajos incorporan otra obviedad de la realidad: Irte a una ciudad grande (Madrid) te da más opciones de ganar un mayor sueldo que en una ciudad pequeña (Soria, y que no se me enfaden los sorianos). El hecho de que en Madrid haya más empresas permite que tus propias cualidades como trabajador se puedan adecuar mucho más a alguna de estas. Esto tiene un problema que ya lleva tiempo estudiándose, y que genera en economía algo así como el debate entre si fue primero el huevo o la gallina. ¿Son las empresas las que atraen a los trabajadores o los trabajadores los que atraen a las empresas? Claro, es un poco de todo, pero en teoría económica debes elegir un efecto que haga de gatillo.