La megarexia es un trastorno alimenticio grave y opuesto a la anorexia nerviosa, a la vez que muy poco conocido y por ello poco tratado.
Cuando vemos a una persona obesa pensamos que está así por comer mucho o desordenadamente, por tener un problema en el tiroides o por tener antecedentes familaires. Pero puede que detrás de esta obesidad se esconda un problema mental grave, que es la megarexia.
Descubierto y denominado "Megarexia" por el doctor Jaime Brugos (Ph.D.), en su libro "Dieta Isoproteica" editado en 1992 y ampliado en su libro "Isodieta" en 2010.
Suelen ser personas obesas que se miran al espejo y no se perciben como personas obesas; por eso no hacen ninguna dieta; por eso se atiborran de comida basura (calorías vacías). Ellos se perciben sanos y fuertes. Son en cierta forma, personas obesas que se ven normales a causa de la distorsión de la percepción que caracteriza a todos los trastornos alimentarios, cuando la mala nutrición que padecen (son obesos incluso desnutridos por falta de nutrientes esenciales en su alimentación), llega a afectar a su cerebro, momento en el que, como sucede con la anorexia, su trastorno alimentario se convierte en una grave enfermedad.
Ellos consideran incluso que el exceso de peso es sinónimo de fuerza y vitalidad. Comen de todo y en cantidades abismales, pero mal y muy pocos "nutrientes esenciales" y una altísima proporción de azúcares, féculas, almidones, etc. Comida chatarra, dulces, frituras, alimentos grasos, postres… son algunos de los platos principales en la dieta de los megaréxicos (de los que padecen megarexia, megarexia no es la persona, es su enfermedad).
Llevan una vida muy sedentaria, incluso agravada por su propio exceso de peso y suelen mantener unas dietas en donde se busca el gozo del momento y no la alimentación sana. Poca verdura, poco pescado y muchos azúcares. El espejo no les muestra la realidad, las fotografías por el contrario si hacen que se vean tal y como son. Normalmente estas personas son reacias a fotografiar sus cuerpos, ya que al ver ese reflejo de la realidad sufren "shocks" importantes. Tampoco les suele agradar ir de compras. El echo de probarse un pantalón de un tamaño descomunal, les hace caer en un pozo de tristeza y desconcierto. Las personas con este problema se vuelven hostiles, intransigentes, conflictivas y hasta mal educadas. Manifiestan un odio hacia el mundo y hasta incluso hacia ellas mismas.
Para combatir esta enfermedad es necesario que el enfermo acepte que tiene un problema, ya no solo de peso, si no un grave trastorno alimenticio y psicológico. En esta lucha el entorno de la persona juega un papel fundamental. Deben hacerles ver la realidad de un modo dulce. Hay que tener claro que son enfermos, no personas “dejadas” que comen sin más o por gula.
El entorno debe intentar que el enfermo se ponga en manos de un especialista en trastornos alimenticios o como mínimo de su médico de familia. Dependiendo de la reacción del enfermo, cabe la posibilidad que sea dirigido a un especialista en psicología ya que éste puede ayudarle a comprender que tiene un problema y que puede combatirlo aceptándolo. El cambio se basa sobre todo en un control de la alimentación y en hacer más ejercicio físico, lo que poco a poco les hará cambiar su forma de verse. Es una enfermedad de lenta recuperación y en la que la familia y el enfermo deben poner mucho de su parte.