El sábado el programa La Noria de Telecinco sufrió otra vez la espantada de los anunciantes, que ahora tienen muy complicado volver a poner sus productos sobre la mesa de La Noria, pues los blog e internet han hecho el trabajo sucio de quejarse con toda la razón, de que no se puede pagar a criminales o colegas de criminales, por decir sus mentiras en una televisión. Conseguir audiencia a costa de estas marranadas no es de inteligentes, pero además plantar cara y explicar su decisión desde el despotismo ilustrado es otro error más de su crecimiento absolutista.
Y los anunciantes ha realizado lo que en apariencia le pedían desde Twitter, es decir salvaguardar sus negocios. Pero a costa de un precio excesivo, todo hay que decirlo.
Si La Noria se merecía un castigo, en la misma medida o incluso en más, no podemos convertir a los anunciantes en garantes de “su” verdad, de su decisión para que se programa lo que a ellos les parezca bien o mal. Está muy claro, que por este camino nunca se podrá hablar mal en televisión de una marca, aunque sea con toda la razón del mundo mundial. Los miedos actuarán como censura previa —ya actúan— sobre contenidos y programas. Hemos matado moscas a cañonazos y nos puede salir el tipo mal, si ponemos de guardianes a los dueños de los mercados. Ejemplos en Grecia e Italia tenemos, como para no sentirnos preocupados.
Ahora van a por Sálvame, y de momento Telecinco ya está estudiando cambiar la Noria pues con 300.000 euros de menos por programa no puede soportar un par de semanas más una noche de sábado sin anunciantes. Habrá ganado Twitter pero sobre todo se hará abierto una puerta complicada.
La Noria no ha hecho los deberes, su perdón era inevitable y este sábado no llegó. Parece que han preferido ser los mártires bobos de una decisión errónea que tomaron ellos y defendieron con muy mal gusto a la semana siguiente. No sirven comparaciones con otras cadenas, pues les ha tocado a ellos sufrir el castigo. No sirve explicar los motivos si no va acompañado de propósito de enmienda. Y solo sirve la penitencia pues ya han sido juzgado por las grandes marcas y el castigo es excesivo para todos. No tomarse este asunto en serio es no entender de qué van los nuevos tiempos y eso es peligroso pues los errores pueden ir a más.