Que nos va la marcha y la fiesta a los españoles, es algo que se empeñan en decirnos los trabajados europeos, que no piensan más que en currar. Malditas cigarras. El que ahora en España hayamos tomado como referencia la Fiesta de Halloween o la Noche de las Brujas, para pasárnoslo bien un día al año, es un detalle sin importancia. Que sí, que celebramos nuestra Semana Santa y nuestro Día de Difuntos, que sí, que a las fiestas patronales de nuestra ciudad unimos las de cada barrio de las grandes urbes y la del pueblo de la esposa y la de nuestro pueblo y la del pueblo de veraneo y la del de la segunda vivienda. Pero poco más.
Ahora la Fiestas de Halloween es una más, para divertirnos una noche. Que sea americana o irlandesa nos la trae al pairo, en breve empezaremos a celebrar fiestas de Sudán o de Bolivia, al igual que ya celebramos la Fiesta de la Cerveza alemana o la Feria de Abril de Sevilla aunque no encontremos en Zaragoza o en La Coruña. Qué culpa tenemos de no poder estar allí. Nos gusta disfrutar de los Sanfermines o celebramos como podemos la Semana Grande San Sebastián. Ahora estamos entre todos estudiando que los Carnavales se alarguen una semana más y aprovechar cada cuarto jueves de noviembre para celebrar el Día de Acción de Gracias, más que nada por comernos un gran pavo asado con pan de maíz y salvia. Lo de menos será rezar, “que, pa qué”.
Anoche miles de familias se disfrazaron de brujas, jugaron al “truco o trato” y se creyeron americanos por un rato. Se olvidaron que es una fiesta irlandesa, celta y muy antigua, que rememora el Fin del Verano, el espantar a los malos espíritus que nos vienen con las noches más largas, con la pérdida de la fuerza vital del Sol. Fiesta con más de veinte siglos de antigüedad que servía para defenderse de los espíritus malignos que nos pueden atacar en las largas noches de invierno.
Y en realidad el famoso “truco o trato” es una frase que dice “caramelo o susto” y que se inspira en pagar al espíritu lo que te pida, antes de que este te maldiga la casa, el ganado o la hacienda. Seguro que en la antigüedad esa una manera de pagar un impuesto a los brujos malévolos de las leyendas o de los pueblos.
Pero estas tontadas son lo de menos, lo gracioso es gastarse la pasta en disfrazarnos de brujas o muertos, en pagar un riñón por buñuelos de viento que solo llevan harina y huevos o en celebrar una noche de gran cena a ser posible cara y llena de tela rañas. Total, la crisis todo lo aguanta.
P.D. Si, soy un cenizo, lo siento.