A la hora de trasmitir una idea, un pensamiento, existen tres condicionantes que es interesante que conozcamos al menos un poco y valoremos cómo y qué trasmitimos.
Lo que deseamos trasmitir
Cómo lo trasmitimos para conseguir atención y que se nos crea
Cómo lo recibe nuestro interlocutor, que tiene una experiencia y unas circunstancias propias
Pongamos un ejemplo fácil.
Queremos trasmitir que…: “No nos gusta el piso en el que vivimos, de 65 metros, pues lo vemos pequeño, sobre todo si tenemos una parejita de hijos”. Esto es lo que solo deseamos trasmitir. Veamos a continuación cómo lo trasmitimos.
Podemos decir:
El piso que compramos en pequeño, mal distribuido, no me gusta y sobre todo si tenemos chica y chico no sé cómo podremos resolver un dormitorio independiente para cada uno.
Este piso es una mierda. Lo compramos por que a Luis le encantó que estuviera junto al piso de su madre. Pero los 65 metros no nos sirven. Y ahora no sé cómo resolver esto.
Deberíamos vender este piso enano; pero mentarle a Luis esto es ponerlo histérico. Dice que no quiere más deudas, pero en realidad lo que quiere es no irse de estar junto a su madre. Estoy harta de los dos.
Quien nos escucha, en realidad podría estar asumiendo este mensaje de alguna de estas formas:
Dice que el piso es pequeño, pero bueno, los 65 metros no son tan pocos, deberían organizarlo mejor y quejarse menos.
Me gustaría saber qué diría si en vez de estar el piso junto a la madre de Luis, estuviera junto a su madre. Seguro que le parecería hasta grande.
Menos quejarse y actuar. Es una inoperante. Que lo venda y compre con poco dinero más un piso más grande. Pero que valore también su ubicación y que ya lo tiene pagado, que pocos pueden decir lo mismo con su edad. Si quiere a Luis y este la quiere a ella, encontrarán una solución. Pueden buscar un piso más grande cerca del actual ¿no?
Podemos elegir qué decimos, pero no podemos elegir qué piensan los demás sobre lo que decimos. Por eso hay que medir muy bien el mensaje que trasmitimos, pensando muchas veces más en quien lo recibe que en las ganas que tenemos en convencer. De estas habilidades sociales saben mucho los políticos. Trasmiten no tanto para decir lo que piensan, como para que el interlocutor imagine lo que ellos quieren que recapaciten los ciudadanos al recibir el mensaje.
Hay que valorar mucho, aunque parezca complicado, que entre lo que pensamos decir, lo que decimos y lo que reciben nuestros interlocutores hay un camino muy amplio con factores diversos.