Hoy (finales de 2011) he estado comiendo con un joven emprendedor español justo en los 30, que lleva unos años desarrollando aplicaciones informáticas profesionales que adapta a las necesidades de sus clientes, individualizándolas para asuntos de gestión, base de datos, contabilidad interna y flujos de varios tipos.
Su éxito se asienta en pequeños detalles imprescindibles para los clientes. Y en dar un servicio de asistencia constante que ofrece seguridad al cliente que dispone de un servicio personalizado.
Un dominio del inglés casi perfecto, y del francés por su particularidad, perfecto.
Capacidad para viajar constantemente sin horarios marcados en el calendario.
Especialización en un área muy concreta que le obliga a estar siempre actualizando conocimientos.
Capacidad comercial basada en dos varemos fundamentales: asistencia al cliente siempre y donde lo necesite, y unos precios muy competitivos pero rentables.
Se tuvo que ir a París hace tres años y desde allí controla sus servicios aunque cada semana de media suele viajar una vez a España o Suiza o incluso a EEUU.
Su pareja le ayuda desde el despacho a dirigir y controlar los espacios y los tiempos de respuesta.
No viaja en primera, come menú, no hay horarios, asume que esos procesos son finitos, pero que a su vez domina los sistemas para hacerlos rentables.
Sabe que la juventud juega a su favor, que así no es fácil montar una familia pero en cambio si lo es encontrar una solución a medio plazo.
Trabaja en París pero podría estar en Zaragoza, Sabiñánigo o Alcañiz, excepto por que necesita estar en destinos variados a las pocas horas de recibir una incidencia.
Emprender a veces es especializarse y estar constantemente formándose. Lo de menos es el lugar, el tiempo, incluso la inversión. Estamos en el siglo XXI.
Los ejemplos sirven para aprender, para copiar.