Tras la educación básica que hay que intentar que acabe con el bachiller —o equivalente— terminado y asumido, entramos en la educación superior, en la que hay que distinguir con claridad entre Formación Profesional y Universidad, dos caminos bien distintos por mucho que se intenten integrar, pues conducen a actividades diferentes y que en estos momentos requieren cambios sobre todo en lo referente a la integración de estas preparaciones educativas superiores con la sociedad hacia la que deben después integrarse laboralmente. Dos metas a las que hay que dotar de más calidad formativa.
La Formación Profesional necesita sobre todo más integración formativa con el mundo del taller, con el trabajo dentro de la empresa, con el autoempleo. Desde dos vertientes que me parecen fundamentales. Que gran parte de los profesores sean técnicos y profesionales de sus respectivos oficios que deben enseñar, siendo los mejores de cada sector los que deben ser reciclados hacia labores educativas o no buenos profesores reciclados hacia labores profesionales. Y en segundo lugar hay que gestionar un número de horas en prácticas en empresas muy superior al actual, ampliando además tanto en cantidad de tiempo formativo como un cambio entre diferentes empresas, para que se reciba una formación más global sobre el oficio que se está estudiando. La relación con las empresas debe verse recompensado para estas, con ayudas formativas para sus trabajadores en forma de cursos y de bibliotecas propias, a la vez que rebajando las cotizaciones empresariales y de los trabajadores —por ejemplo— en lo que se cotiza para Formación Profesional.
En el caso de la Universidad hay que potenciar sobre todo la investigación y la selección interna de buenos estudiantes y ya profesionales para labores docentes, educativas e investigadoras. Tras cada curso, las propias Universidades deben poder seleccionar a los mejores estudiantes y darles la oportunidad de seguir trabajando para la formación púbica si así lo desean. Perder la oportunidad de tener a los mejores dentro del sistema educativo es un error, más en tiempo en los que el trabajo es tan complicado de encontrar para los oficios estudiados, lo que hace que algunos de los mejores estudiantes y que apuntan buenas maneras para dedicarse a la investigación o formación, terminan trabajando en actividades ajenas a lo que entre todos les hemos pagado de forma pública o emigrando a otros países. La Universidad debe potenciar la promoción de sus mejores alumnos entre empresas españolas, para evitar que la excelencia se nos escape hacia otras economías, empobreciendo nuestra producción y sentido, como país de primer orden