Ahora viene Mariano Rajoy y decide poner de Ministros a gente mayor de 55 años de media. Que es tanto como reconocer que los jóvenes están bien, son atrevidos y muy formados, pero a veces no tienen la calma, la mesura, la experiencia del uso de los tempos, que en los momentos de crisis son necesarios para resolver dudas y problemas graves. Eso o que entre sus colaboradores no tiene suficiente gente joven para poderlos poner a gestionar al país, que me da igual el motivo.
En estas últimas décadas hemos cometido muchos errores, pero uno de los más graves es no valorar a las personas por lo que saben y son capaces de hacer, no por lo que representan por edad o sexo en la sociedad. No son ideas arcaicas ni retrógradas, hacen un flaco favor por la igualdad. Marcar unos baremos por segmentos de la sociedad es un gran error que nos puede conducir al fracaso.
Cada organización tiene en su seno un determinado número y porcentaje de gente de cada edad, sexo, tipo, formación, experiencia. Es ilógico recurrir a unos números por ley, marcados no por la capacidad de cada grupo u organización, sino por una segmentación de la sociedad en su globalización.
Por esa norma ya escrita, ¿para cuando por ejemplo, mujeres mayores de 75 años en los Gobiernos?, ¿para cuando un número —determinado por ley— de ciudadanos sin estudios básicos?, ¿para cuando dentro de los que gobiernan, más trabajadores por cuanta ajena y muchos menos funcionarios?