Los errores, las equivocaciones, son (casi) siempre producto de más de un error o equivocación. Un solo fallo en un proceso se puede soportar si no es muy grave e importante. En cambio más de uno aunque sean leves llevan al desastre y la queja pues su suma no pasa ya nunca, desapercibida.
Hablo de errores productivos o de relación y humanos. Hablo de fallos sobre lo que se espera y no se obtiene, sobre lo que cada uno entendemos como resultado bueno y necesario.
Por ello en todo proceso hay que ser exquisitos a la hora de juzgar y valorar qué disfunciones o errores debemos permitir, pues la simple suma de dos errores leves pueden ser tan grave o más que un error importante y por ello debemos estar muy atentos a todo tipo de fallos. El nivel de error admitido lo podemos poner nosotros, pero ante un error leve hay que revisar muy bien todo el proceso para no detectar otro error leve que le acompañe pues el resultado final será grave.
Esto sirve para un acuerdo, una relación o un producto terminado. El cliente final, sea interno o externo, ante el cúmulo de pequeños fallos se vuelve mucho más intolerante y da una importancia mayor a la real ante los pequeños errores. Nunca hay que consentir la aprobación cuando hay duda, pues de tenerla nosotros como parte, sin duda la tendrán antes lo que sin ser parte tienen además que pagar por el servicio.
Para compensar el error de un cuatro nunca basta con la excelencia de un seis. Siempre se necesita para compensarlo al menos un nueve.